Corresponencia ajena- Fragmento de una carta enviada a un amigo el 28 de octubre de 1999- La vida no ha cambiado mucho desde entonces-
"Mi vida ha cambiado y mucho. Ya no vivo en Monterrey y ya no soy soltero. Desde hace seis meses vivo en Tijuana Baja California y desde hace ocho me he casado con Carolina. He venido a esta fronteriza ciudad en el extremo norte del país contratado por un nuevo proyecto periodístico que arrancamos hace tres meses y que circula en las calles bajo el simple nombre de Frontera. No fue fácil dejar Monterrey, ni tampoco renunciar a mi anterior trabajo, pero esto de ver nacer un nuevo periódico, aunque desgastante, es una interesante experiencia.
Hay quienes insisten en comparar a Tijuana con el Berlín de la Guerra Fría, pues un muro muchas veces cubierto de sangre la cercena y quizá en ningún otro lugar se pueda palpar de forma tan cruda y barroca la diferencia existente entre las dos Américas.
La ciudad se encuentra en la frontera con Estados Unidos al sur de California, en la orilla del Océano Pacífico y es el lugar en donde confluyen miles de migrantes de todo México, Centroamérica y China que llegan atraídos por el sueño californiano, solo para topar con un muro y miles de guardias que les impiden entrar al imperio gringo.
Nuestra casa está a la orilla del mar a unos cuantos metros de la línea divisoria entre los dos países, sin duda un punto geográficamente muy identifi-cable. En el nuevo periódico me dedico a los reportajes especiales de investigación y como hobby escribo una columna de fútbol. Hasta ahora todo va bien.
La vida matrimonial es bella y sin duda no es tan asfixiante como la imaginaba en la euforia de mi soltería, aunque bueno, creo que eso depende de la persona elegida y en mi caso elegí sin duda a la mejor, con la que he encontrado esa forma de amor que se vive y reaviva a cada instante, como una fogata en medio de la noche fría. Es bello aprender a compartir los momentos, las emociones, las palabras, los sueños, las preocupaciones, ese cuerpo tantas veces olvidado de la vida cotidiana en el que se va la mayor parte de nuestras horas. Para alguien con una vocación tan esteparia e individualista como yo, ha sido todo un descubrimiento..."
"Mi vida ha cambiado y mucho. Ya no vivo en Monterrey y ya no soy soltero. Desde hace seis meses vivo en Tijuana Baja California y desde hace ocho me he casado con Carolina. He venido a esta fronteriza ciudad en el extremo norte del país contratado por un nuevo proyecto periodístico que arrancamos hace tres meses y que circula en las calles bajo el simple nombre de Frontera. No fue fácil dejar Monterrey, ni tampoco renunciar a mi anterior trabajo, pero esto de ver nacer un nuevo periódico, aunque desgastante, es una interesante experiencia.
Hay quienes insisten en comparar a Tijuana con el Berlín de la Guerra Fría, pues un muro muchas veces cubierto de sangre la cercena y quizá en ningún otro lugar se pueda palpar de forma tan cruda y barroca la diferencia existente entre las dos Américas.
La ciudad se encuentra en la frontera con Estados Unidos al sur de California, en la orilla del Océano Pacífico y es el lugar en donde confluyen miles de migrantes de todo México, Centroamérica y China que llegan atraídos por el sueño californiano, solo para topar con un muro y miles de guardias que les impiden entrar al imperio gringo.
Nuestra casa está a la orilla del mar a unos cuantos metros de la línea divisoria entre los dos países, sin duda un punto geográficamente muy identifi-cable. En el nuevo periódico me dedico a los reportajes especiales de investigación y como hobby escribo una columna de fútbol. Hasta ahora todo va bien.
La vida matrimonial es bella y sin duda no es tan asfixiante como la imaginaba en la euforia de mi soltería, aunque bueno, creo que eso depende de la persona elegida y en mi caso elegí sin duda a la mejor, con la que he encontrado esa forma de amor que se vive y reaviva a cada instante, como una fogata en medio de la noche fría. Es bello aprender a compartir los momentos, las emociones, las palabras, los sueños, las preocupaciones, ese cuerpo tantas veces olvidado de la vida cotidiana en el que se va la mayor parte de nuestras horas. Para alguien con una vocación tan esteparia e individualista como yo, ha sido todo un descubrimiento..."