Eterno Retorno

Monday, February 17, 2003


LOS NUEVOS AIRES DEL GÓTICO
Por Daniel Salinas Basave

Las piadosas
Federico Andahazi
Editorial Planeta

Apostar en pleno Siglo XXI a seguir fielmente los cánones de una típica novela gótica de principios del Siglo XIX no deja de ser una empresa bastante arriesgada.
Esa es precisamente la apuesta del argentino Federico Andahazi en Las piadosas, una obra que se rige bajo los típicos pa-rámetros narrativos góticos.
Tratar de crear un efecto perturbador valiéndose de fórmulas que hace dos siglos fueron explotadas hasta la saciedad, exige un narrador malicioso y audaz que evite caer en lugares comunes. Por fortuna para Andahazi, con Las piadosas sale bien librado de la apuesta.
Escenarios sombríos, visiones crepusculares y la presencia constante e invisible de un ente horroroso y sobrehumano al acecho, cumplen con el recetario que en su momento siguieron Stocker, Sheridan Le Fanú y compañía.
La narrativa gótica se nutre de la intuición permanente de que lo más horroroso está ahí, oculto, próximo a manifestarse mientras va operando una secreta transformación en el interior de los personajes.
De entrada, la propuesta de Andahazi para el lector es mantener como un enigma la posibilidad de que la narración aluda a hechos reales.
Después de todo, el escenario y los personajes escogidos por el narrador para dar forma a Las piadosas son reales y además célebres.
Andahazi ubica la novela en el lluvioso verano de 1816, en una mansión a orillas del lago de Ginebra, en donde vacacionan personajes de las letras inglesas como Lord Byron, Percy y Mary Shelly.
La presencia de dichos personajes en Ginebra por aquellas fechas es históricamente comprobable. Basta con leer la nota preliminar de Frankenstein para ver como la propia Mary Shelly se refiere a ese oscuro y tenebroso verano como el contexto en que fue escrita su obra más célebre.
Pero claro, lo de Andahazi es una novela y no una crónica sobre un enigma histórico, aunque pretenda sembrar en el lector la duda sobre la veracidad de los hechos.
La trama se centra en Polidori, el amargado secretario de Lord Byron, quien desde el día de la llegada a Ginebra recibe una extraña carta.
El ambicioso secretario, siempre envidioso de su patrón, encuentra en la perturbadora correspondencia la oportunidad de alcanzar la gloria literaria de Byron.
La carta entraña un misterio, que lógicamente, se va develando conforme avanza la narración. La autora de la misiva es Anette Legrand, un monstruo de lo más singular e inquietante.
Su fealdad extrema, su inteligencia prodigiosa, la “vitamina” que requiere para sobrevivir y las recompensas que ofrece a cambio, la hacen un vampiro poco usual. Mal que bien, Las piadosas tira una certera pedrada a las desmedidas ambiciones de quienes aspiran al reconocimiento literario. ¿Cuantas plumas consagradas se resistirían a la propuesta de Anette Legrand?
Claro, Las piadosas no está exenta de ciertos errores secundarios que podrían pasar desapercibidos en lo que se refiere a la es-tructura de la novela, aunque para alguien meticuloso serían imperdonables, como lo es citar el Werther de Goethe como si fuera ya una obra clásica y antigua en la mitad del Siglo XVIII, cuando apenas estaba siendo escrita.
Pero dejando a un lado errores de pecata minuta, graves en alguien que se precia de ser un conocedor de letras clásicas como Andahazi, Las piadosas cumple con entretener, inquietar y sembrar dudas de manera inteligente en el lector.
Sí, se le podría reprochar el utilizar procedimientos narrativos que llegan a ser por momentos demasiado obvios en sus inten-ciones, pero a los amantes del gótico en su estado más puro, Las piadosas no los hará sentirse defraudados.