Eterno Retorno

Monday, February 24, 2003

El efecto tango

Carolina ama el tango tanto como yo el metal. A nuestros vecinos les debe sacar de quicio el que en nuestro aparato se al-ternen a todo volumen Gardel y Piazzola, con Black Sabbath y Slayer. Así suelen ser nuestros fines de semana. Como géneros alternos, a Carolina le gusta el Jazz y el bossa nova. A mi el hard core y el gótico. Nuestro terreno neutral es el rock ar-gentino, pues ambos nos sabemos cada estrofa de las rolas de Charly, Calamaro y Fito. A mi me gusta el tango, pero no me sé ninguno completo. Carolina los canta todos.
El fin de semana que pasó fue total y absolutamente tanguero. El sábado por la noche acudimos a ver Tango forever al Ce-cut. Para ser sincero, no tengo muchos puntos de referencia para hacer comparativos, pero dentro de mi confesa ignorancia en terrenos tangófilos, solo me resta decir que están cabronsísimos ¿Como carajos el hacen para bailar así? La verdad es que yo sí estaba hipnotizado. El efecto tango nos duró un buen rato. Tan es así, que la noche del domingo, una botella de Nebbiolo y otra de Concha y Toro murieron por la patria mientras nos refinábamos toda la discografía de Piazzola a todo volumen. También nos aventamos uno que otro de Santos Diccépolo (¿se escribe así?) que es algo así como el Paquito el del Barrio del bandoneón. Que frases tan ingeniosamente despiadadas les dedica a las pérfidas damas que tan cruelmente jugaron con su corazoncito (“No merecés ni el balazo, que un hombre decente te acaba de dar”). Una gran velada. Además dormí delicioso y hoy a las 8:00 de la mañana ya estaba en la redacción listo para atacar. Definitivo: No todos los lunes son infernales ni aspiran a la santidad.