el anhelado cigarro funge como un imán demasiado poderoso para el Carnitas Mascorro
Sabina Servio es la primera en encender su tabaco
enfrentando la terquedad de la húmeda ventisca playera. Ni haciendo “casita”
con las manos es posible mantener viva
la llama del encendedor frente aire frío de la tarde, pero Sabina,
fumarola curtida en mil batallas, se las
arregla para encender el anhelado cigarro que funge como un imán demasiado
poderoso para el Carnitas Mascorro, quien a más de 30 metros de distancia es
capaz detectar el humo liberador y
venciendo cualquier asomo de inhibición, se acerca a la desconocida para
pedirle humildemente un tabaquito, que en aquellas circunstancias es lo único
que puede redimirlo de las malquerencias de la vida.
Sabina ha venido al Faro de Playas de Tijuana para
reencontrarse con Margot Morrisette,
una colega que viene viajando por carretera desde Oregon, a quien no ve desde hace 17 años, mientras
que Carnitas Mascorro ha venido a recoger a un muerto, pero la destartalada
camioneta del Servicio Médico Forense lo ha dejado tirado frente a la Plaza
Monumental Playas de Tijuana. El muerto
está ahí, tirado en su respectivo charco de sangre sobre el malecón, pero no
hay quien lo recoja. Tan solo un par de policías municipales mantienen a raya a
los curiosos. Era un vendedor de raspados y tostilocos a quien un sicario adolescente le metió
cuatro plomazos hace menos de 40 minutos. Daniela Dávila, fotógrafa
freelancera, tiene ya suficientes imágenes del cadáver que ha subido
oportunamente a su Facebook personal y al del sitio de noticias que desde hace
meses intenta sin éxito echar a andar. Dany venía con la intención de hacer un
foto-reportaje de las playas llenas para reflejar el festivo valemadrismo del
bajacaliforniano en contraste con el encierro forzado al otro lado de la
frontera, pero su buena estrella de reportera le ha hecho encontrarse con el
asesinato que en estas circunstancias
viene como anillo al dedo. Como no queriendo la cosa, uno de los municipales le
suelta al vuelo que el muerto era un conocido narcomenudista en cuya carreta de
tostilocos guardaba los globitos de criko y las curas de chiva que atraían al
grueso de su clientela. Posible cuota o derecho de piso no pagado. En Tijuana la narcoviolencia es más letal que
la pandemia, escribe Daniela en Bordo Digital.
La forzada cuarentena y la supuesta prohibición de
congregarse en lugares públicos no ha inhibido a la concurrencia que desde
temprana hora del domingo se dio cita en la playa. Al filo del medio día,
hordas de bebedores de cerveza ya abarrotaban el Malecón y la tambora
sinaloense retumbaba en las marisquerías aledañas. Lo que no consigue el tímido
llamado de las autoridades a quedarse en casa lo logra la lluvia al caer la
tarde. Nubes negrísimas se han posado
sobre las Islas Coronados y un chipichipi helado y chingaquedito ha irrumpido
con el atardecer. Con la lluvia llegaron los cuatro balazos que despacharon al
vendedor de tostitos pero que no tuvieron la contundencia para dispersar a los
últimos aferrados que caguama en mano siguen con su fiesta en la playa.