Fue Alanah quien una noche de insomnio se encontró de repente con la fotografía de ese rostro casi idéntico al suyo. Por un momento llegó a creer que alguien había le robado una foto de su álbum. El reflejo iba mucho más allá del idéntico mechón púrpura cayendo sobre su cara. En esos ojos cafés y en esa boca yacía su propio reflejo. Tal vez no era una calca exacta, pero sí un dibujo elaborado con el mismo patrón. Ante tan evidente sospecha de clonación, el hecho de compartir el apellido Ramírez dejó de parecerle una casualidad. Alanah y Juliana Ramírez, una de San Diego, la otra de Tijuana, nacidas con cinco días de diferencia. Alanah no pudo resistir el impulso de contactarla esa misma madrugada, pero su doble mexicana tardó cuatro días en responder, pues sin computadora propia no podía darse el lujo de navegar todos los días. Cuando vio el mensaje en su bandeja pensó que aquello era un juego de usurpación de identidades, pero cuando una a otra empezaron a hacerse preguntas la verdad oculta fue emergiendo como en las telenovelas mexicanas. No podía ser casualidad que en las vidas de ambas hubiera existido un Egidio Ramírez, natural de Nayarit, que un día de 1994 despareció para siempre del entorno de Juliana y dos años después moriría en accidente de trabajo, indocumentado y sin nombre, sin familiar alguno que lo reclamara pues la hosca Celeste nada quiso saber de gastos funerarios.
Tuesday, April 14, 2015
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