Pre miados
Para andar sin rodeos e ir al
grano, en verdad sería muy chingón que Cristina Rivera Garza ganara el Nobel. Habría
motivos de sobra para festejar. Por donde lo veas sería una gran noticia y sus efectos
serían muy positivos para la literatura mexicana y latinoamericana en general. El
efecto marea sería inmediato sobre no pocas escritoras mexicanas que están
haciendo un gran trabajo. Yo no recuerdo en ediciones pasadas que alguien de
México hubiera llegado con tan buen porcentaje de probabilidades en las casas
de apuestas (que por lo demás suelen fallar de lo lindo, así que tampoco es
parámetro).
El Premio Nobel de literatura
encarna una condición bipolar. Por una parte es una suerte de pasaporte al
Olimpo, una canonización en vida y el boleto exprés hacia la traducción masiva,
aunque dista de ser un certificado de trascendencia e inmortalidad. No son
pocos los ganadores del Nobel que hoy son polvo de olvido. Tal vez soy muy
ignorante, pero hay demasiados nombres que no me dicen nada, absolutamente nada
(¿alguien por aquí es fanático de Louise Glück, por mencionar alguien reciente?)
Por otra parte, la mayoría de los
escritores que me han marcado el camino no lo ganaron. La más burda y
descomunal de las injusticias es la omisión de Borges, pero entre mis non plus
ultra del Siglo XX tampoco lo ganaron Pessoa, Italo Calvino, Kafka, Tolstói, Chéjov, José Revueltas, Kundera, Paul Auster, Ricardo Piglia o Roberto
Calasso. Creo que también lo merecían con creces Clarice Lispector, Thomas
Bernhard, Joyce, Philip Roth, Cormac
McCarthy, Rosario Castellanos, Julio Ramón Ribeyro, Virginia Woolf o Mark Twain.
Miren colegas, voy a espetar algo
que para muchos sonará a espantosa herejía, pero la mera neta es que a mí como
lector me aburren los libros de Cristina Rivera. Sé que me pueden crucificar
por esto, pero la verdad es que sus textos me duermen. Por más que le he echado
ganitas nomás no logro conectar con su estilo. Un colega me la dio a leer en
2002 como la octava maravilla y me prestó Nadie me verá llorar. A la fecha creo
que esa primera novela es la que más me ha gustado (o la que menos me ha
aburrido) tal vez porque es la más convencional en su estructura. Luego leí La
cresta de Ilión y me costó aún más. Leí El mal de la taiga y Verde Shanghái y
ni siquiera los terminé. Peor aún el ensayo sobre Rulfo o el de
Necroescrituras. Hace poco decidí darle una oportunidad a Autobiografía del
algodón (en gran medida por la devoción que siento por José Revueltas) y lo
mismo: me aburrí, no avancé, caí víctima del tedio y ya me quedó claro que por
más esfuerzos que yo haga nunca voy a conectar con ella. Cuestión de gustos. Vaya,
para no ir más lejos, la coreana Han Kang, vigente Premio Nobel, también me
aburrió. Leí solo La clase de griego y la emoción nomás no fluyó. Lenta, etérea,
pasada de introspectiva. Habría funcionado mejor como libro de poesía.
No es nada personal contra
Cristina pues nunca he hablado con ella ni la he saludado ni me ha tocado interactuar
en alguna mesa o jurado. Es amiga y mentora de mucha gente que conozco, pero a
mí no me ha tocado coincidir con ella. Aclaro además que no he leído aún El
verano de Liliana, su obra más aclamada. Admirable su carrera y lo chambeadora y constante
que ha sido y en verdad me daría muchísimo gusto si gana el premio. De una u
otra forma, creo que en su reconocimiento irían inscritas Inés Arredondo,
Rosario Castellanos, Amparo Dávila (personaje de Cristina en La cresta de
Ilión), Elena Garro, Guadalupe Dueñas, Josefina Vicens y tantas escritoras
mexicanas que ni siquiera de rebote alcanzaron siquiera a soñar con ser consideradas
Entre los que sí lo han ganado,
he sido fiel lector (obviamente) de Gabo, Vargas Llosa y Saramago de quienes me
he chutado toda (o casi toda) su obra. Más remotamente mencionaría a Herman
Hesse, que marcó un antes y después en mi temprana adolescencia. Thomas Mann, Sartre,
Camus, Bertrand Russell, Faulkner, Kawabata, Hemingway, Hamsun me han volado la
cabeza alguna vez, pero estoy lejos de leer su obra completa. De Paz disfruto
cada vez más su poesía y ensayos como El arco y la lira y La llama doble fueron
en su momento una sacudida. En contraparte hay un montón de premiados que
simplemente me aburrieron o a los que de plano nunca leí.
A la Academia Sueca le agradezco
que me haya dado la oportunidad de llegar a Pamuk, Coetzee, Szymborska, Munro, Alexievich, Tokarczuk, Milosz, Modiano,
Ishiguro a quienes empecé a leer a raíz del premio y que sin habitar en mi
sagrado pandemonio de todos los tiempos ni haber leído ni siquiera la tercera
parte de su obra, sí que he sabido disfrutarlos. En contraparte, hay por lo menos
una veintena de nombres de ganadores que no me dicen nada, absolutamente nada.
PD- Si yo tuviera que elegir a
una escritora actual, viva y activa para recibirlo, se lo daría sin pensar a
Leila Guerriero. Si se lo dieron a Svetlana Alexievich bien se lo pueden dar a
ella.
PD- Lo más disfrutable del Nobel
no es el día del anuncio del premio, sino la lista previa de Luis Panini. Es un
gusto saber que está de vuelta.