Las pinches muertas
Sí, los rumores son ciertos y ya
lo he comprobado: Las muertas es una serie simplemente chingona. Chingonsísima.
Hoy simplemente me sumo al aplauso generalizado. Vale la pena verla. Confieso ser
un hueso muy duro de roer para series y películas. A los libros mediocres puedo
tenerles un poco de más paciencia, pero mi rango de tolerancia para un mal
producto audiovisual es mínimo. Si a los 20 minutos no estoy enganchado lo
suelto a la chingada. Me pasa a menudo con las adaptaciones de novelas célebres.
No pude acabar de ver Cien años de soledad y me aburrió aún más la adaptación
de Pedro Páramo (creo que ni media hora duré). Sin embargo, con Las muertas
todo fue distinto. No sé si afirmar que es la mejor adaptación audiovisual de literatura
mexicana con la que me he topado, pero la verdad tampoco tengo demasiados
parámetros, pues si algo no soy es cinéfilo.
Miren colegas, yo soy un absoluto
ignorante en cuestiones del séptimo arte. Nada entiendo de actuaciones, efectos
e iluminación. Para mí todo se limita a si la película me gustó o no me gustó y
Las muertas me gustó un chingo. Consigue la atmósfera de crudeza y negro humor
propia de Ibargüengoitia. El sostén emocional de la miniserie está en la
representación de las hermanas Baladro. Arcelia Ramírez es descomunal, pero
para mí la gran revelación es Paulina Gaitán. No recuerdo si antes la había visto,
pero vaya actriz tan cabrona para representar al mejor personaje de la novela
de Ibargüengoitia, que es sin duda Serafina Baladro. Si a eso le sumas el
desparpajo de Joaquín Cosío tienes un caldo explosivo. Con esos tres personajes
sostienes toda la serie. Agrégale además los escenarios y la atmósfera tan bien
lograda. Ni pizca de wokismo o del espíritu
de la época que todo corroe, lo cual siempre agradeceré. Por otra parte, no serán
pocos los que descubran a Ibargüengoitia a partir de esta serie, lo cual es una
extraordinaria noticia. Si no la han visto échenle un ojo. No se arrepentirán.