Borges 126
¿Cuál es tu autor favorito? La
pregunta me la han hecho muchas veces y la realidad es que no tengo ni quisiera
nunca tener una respuesta contundente. Mi fiel promiscuidad como lector hace imposible
el monoteísmo literario. Sin embargo, si
la pregunta fuera cuál es el autor con mayor presencia en mi biblioteca y al
que de una u otra forma siempre estoy releyendo en riguroso y divino desorden,
la respuesta es Jorge Luis Borges.
Mi primer contacto con Borges, lo
recuerdo muy bien, se dio en la infancia cuando mi madre me leyó el cuento Dos
reyes y dos laberintos. Ella me habló de un señor ciego que estaba obsesionado
con los espejos y los laberintos. Recuerdo su foto en el tomo 5 de la enciclopedia
de los 12 mil Grandes todavía sin fecha de defunción. Poco después, en la
temprana adolescencia, leí El Aleph en una edición que tenía mi madre en pasta
dura en editorial Aguilar. La sensación fue extraña, pues por primera vez sentía
que los cuentos me trasmitían o me decían algo que no estaba escrito. También recuerdo
vagamente la noticia de su muerte en pleno Mundial 86, pocos días antes del
Argentina vs Inglaterra.
Cuando recién retornamos a vivir
a Monterrey en 1992, fui a la biblioteca Alfonsina a ver a Carlos Fuentes
impartir una conferencia sobre Borges (no estoy seguro si se titulaba La plata
del río) y por primera vez dimensioné la versatilidad y la universalidad del
autor. Fuentes habló del Borges filósofo, del Borges poeta, del Borges creador
de mundos fantásticos. Para entonces yo solo había leído El Aleph y Ficciones.
En la extinta y efímera librería Brontë
de San Pedro compré el tomo final de sus Obras completas y entonces descubrí El
libro de arena, La memoria de Shakespeare, Siete noches, Nueve ensayos dantescos.
Fue también mi primer contacto con sus poemas (Recuerdo particularmente
Islandia, pues yo estaba obsesionado con ese país en aquel entonces).
Desde entonces me dado a la tarea
de pepenar todo lo que encuentro relacionado con él. Si mi biblioteca fuera un
congreso, Borges es el autor con más escaños, no solo por libros de su autoría,
sino por ensayos sobre su obra.
No soy ni aspiro a ser un estudioso
borgeano ni tengo las tablas para escribir un ensayo que diga algo nuevo sobre
él (como si hiciera falta). Soy solo su caótico y fiel lector tlacuache y
hedonista.
Tampoco soy un coleccionista que
pueda presumir rarezas y extravagancias. Mi ejemplar más antiguo es su ensayo
sobre Leopoldo Lugones en Ediciones Troquel de 1955 y Literaturas germánicas
medievales, en coautoría con María Esther Vázquez en una edición de 1966 que
pepené en Parque Rivadavia. Los ejemplares más nuevos son las compilaciones de
clases y conferencias que ha editado Lumen. El monumental Borges de Bioy
Casares solo lo tengo en Kindle y eso es algo que me hiere.
En fin colegas, hoy Georgie
cumple 126 años. Tiempo de celebrarlo con la enésima relectura que para el caso
será siempre como la primera.