Eterno Retorno

Monday, December 11, 2023

Bordo Digital

 


Sabina Servio es la primera en encender su tabaco enfrentando la terquedad de la húmeda ventisca playera. Ni haciendo “casita” con las manos es posible mantener viva  la llama del encendedor frente aire frío de la tarde, pero Sabina, fumarola curtida  en mil batallas, se las arregla para encender el anhelado cigarro que funge como un imán demasiado poderoso para el Carnitas Mascorro, quien a más de 30 metros de distancia es capaz detectar el humo liberador  y venciendo cualquier asomo de inhibición, se acerca a la desconocida para pedirle humildemente un tabaquito, que en aquellas circunstancias es lo único que puede redimirlo de las malquerencias de la vida.

Sabina ha venido al Faro de Playas de Tijuana para reencontrarse con Margot Morrisette,   una colega que viene viajando por carretera desde Oregon,  a quien no ve desde hace 17 años, mientras que Carnitas Mascorro ha venido a recoger a un muerto, pero la destartalada camioneta del Servicio Médico Forense lo ha dejado tirado frente a la Plaza Monumental Playas de Tijuana.  El muerto está ahí, tirado en su respectivo charco de sangre sobre el malecón, pero no hay quien lo recoja. Tan solo un par de policías municipales mantienen a raya a los curiosos. Era un vendedor de raspados y tostilocos  a quien un sicario adolescente le metió cuatro plomazos hace menos de 40 minutos. Daniela Dávila, fotógrafa freelancera, tiene ya suficientes imágenes del cadáver que ha subido oportunamente a su Facebook personal y al del sitio de noticias que desde hace meses intenta sin éxito echar a andar. Dany venía con la intención de hacer un foto-reportaje de las playas llenas para reflejar el festivo valemadrismo del bajacaliforniano en contraste con el encierro forzado al otro lado de la frontera, pero su buena estrella de reportera le ha hecho encontrarse con el asesinato que en estas circunstancias  viene como anillo al dedo. Como no  queriendo la cosa, uno de los municipales le suelta al vuelo que el muerto era un conocido narcomenudista en cuya carreta de tostilocos guardaba los globitos de criko y las curas de chiva que atraían al grueso de su clientela. Posible cuota o derecho de piso no pagado.  En Tijuana la narcoviolencia es más letal que la pandemia, escribe Daniela en Bordo Digital.

La forzada cuarentena y la supuesta prohibición de congregarse en lugares públicos no ha inhibido a la concurrencia que desde temprana hora del domingo se dio cita en la playa. Al filo del medio día, hordas de bebedores de cerveza ya abarrotaban el Malecón y la tambora sinaloense retumbaba en las marisquerías aledañas. Lo que no consigue el tímido llamado de las autoridades a quedarse en casa lo logra la lluvia al caer la tarde.  Nubes negrísimas se han posado sobre las Islas Coronados y un chipichipi helado y chingaquedito ha irrumpido con el atardecer. Con la lluvia llegaron los cuatro balazos que despacharon al vendedor de tostitos pero que no tuvieron la contundencia para dispersar a los últimos aferrados que caguama en mano siguen con su fiesta en la playa.

Siempre después de tomar la foto de un cadáver a Daniela le dan ganas de fumar. Es ya un reflejo condicionado: fotografiar al muerto y acto seguido encender el cigarro. Dany hurga en las bolsas de su chamarra pero su cajetilla está fatalmente vacía. A la distancia observa al Carnitas y a Sabina fumando frente a la barda fronteriza y piensa que en este momento solo el redentor tabaco puede ponerla en órbita y ayudarla a pensar