Eterno Retorno

Tuesday, December 05, 2023

La mortaja de Wolfie

 


Ardiendo en fiebre y con el cuerpo totalmente hinchado, Wolfang Amadeus Mozart expiró en la helada madrugada del 5 de diciembre de 1791. Por alguna razón es una fecha que suelo tener presente. Su fallecimiento sigue estando rodeado de misterios y contradicciones. Tenía solo 35 años. Semanas antes de su muerte, paseando por el Prater con su esposa Constanze, el ya maltrecho Wolfang se puso de repente a llorar: “Sé que he sido envenenado y voy a morir pronto. En realidad el Réquiem lo estoy componiendo para mí mismo”, le dijo a su mujer. Esta anécdota ha alimentado las múltiples teorías de conspiración sobre el envenenamiento de Mozart. Hay quien dice que lo castigaron sus hermanos de la logia por revelar secretos masónicos en La Flauta Mágica, aunque la teoría más popular y machacada es la que coloca como villano a Salieri, misma que no se le ocurrió a Milos Forman en Amadeus. En realidad ese rumor persiguió siempre a Salieri e incluso un rockstar ruso de la época, como fue Aleksandr Pushkin, la transformó en libreto teatral en 1830. Ningún historiador serio sostiene o avala la teoría del veneno, pero en realidad no hay aval científico de nada, porque nunca hubo autopsia. Entre los pocos aspectos en que hay plenas coincidencias, es en lo hinchado que estaba su cuerpo y en lo rápido que se descompuso, al grado que tuvieron que velarlo de pisa y corre afuera de la Catedral de San Estefan. No fue un sepelio multitudinario, pero tampoco es cierto que lo hayan echado a una fosa común de vagabundo como retrata Amadeus. Sí hay versiones que sostienen que murió con las partituras del Réquiem desparramadas en la cama, pero es absolutamente falso que Salieri haya estado en su departamento la noche de su muerte. Todas las versiones coinciden en que fue amortajado de acuerdo al ritual masónico, con una capucha negra.

Hace casi 20 años, en noviembre de 2004, Carol yo estuvimos bebiendo vino caliente afuera de la Catedral de San Estefan. A la fecha la recuerdo como una de las peditas más alucinantes y embrujadas de nuestras vidas. Era de noche, nevaba y sin embargo el vino nos mantenía calientes y energéticos. Recuerdo que al pasar por una calle cercana a la catedral, alguien nos dijo: aquí estuvo el departamento donde murió Mozart. El edificio original fue demolido a mediados del Siglo XIX. Creo recordar (o acaso soñé) que en el lugar había una tienda de artículos masónicos. Hacía un frío demoledor en Viena y la única certidumbre, es que esa noche bebimos muchísimo.