En la agonía del verano del Año del Búfalo
En la agonía del verano del Año del Búfalo, mientras los gorilas de
Pinochet bombardeaban la Moneda en
Santiago y Salvador Allende se inmolaba en su despacho, mi madre debe haber empezado a notar que algo
no marchaba con regularidad, mientras la prensa regia celebraba el golpe
pinochetista. En aquel moribundo verano la gran noticia en Monterrey fue el
asesinato de Eugenio Garza Sada a manos de un comando de la Liga 23 de
Septiembre que intentó secuestrarlo. Iniciaba la guerra frontal entre el Grupo
Monterrey y el presidente Echeverría y una conjura secesionista se fraguaba en
los altos de Chipinque. Para mi padre, la gran tragedia de aquel año fue sin
duda la eliminación de la selección mexicana de futbol en el brujo
pre-mundial de Haití, un torneo donde
los alfileres clavados sobre muñequitos vudú con camiseta verde bastaron para
dejar fuera a los mexicanos del mundial de Alemania.
La
afición de mi madre por Hermann Hesse había determinado que me llamaría Demián,
pero una canción de Elton John resultó ser más potente que el vencedor de Franz
Krommer. La canción, compuesta por Elton en 1973 en coautoría con el letrista
Bernie Taupin, habla de un veterano de
la Guerra de Vietnam que ha perdido la vista y huye despavorido rumbo a España,
buscando dejar a atrás el trato de héroe
de guerra lisiado que se le da en su pequeño pueblo texano donde su familia lo
asfixia. Al personaje se le habla en segunda persona desde la voz de su hermano
menor. Daniel es su nombre y en hebreo significa “Dios es mi juez”.
Podría decir que el Año del Tigre fue un tiempo convulso,
pero eso sería caer en un odioso lugar común. Convulso es cualquier año y
cualquier día en este mundo. En aquella primavera-verano del 74, mientras Rush
grababa su primer disco y Ramones daba su primera tocada ante 30 personas, Patty Hearst y sus secuestradores asaltaban
el Hibernia National Bank, en Portugal
estallaba la Revolución de los Claveles y Perón pronunciaba su último discurso
en Argentina antes de entregarse de tiempo completo a las garras de su agonía. México seguía siendo el país de no
pasa nada y los medios vendían la idea de una calma chicha mientras la moneda se desinflaba y la soldadesca de
Acosta Chaparro peinaba la sierra guerrerense cazando a Lucio Cabañas.
Fui concebido en el Año del
Búfalo pero nací en el Año del Tigre. Bajo las calles de Mexicali, en los subterráneos laberintos de La Chinesca, me los encontré a
ambos. Hace unos días presentamos el libro de Javier Pérez Andujar @psicofonia33
y hoy búfalos y tigres me salen al paso a cada momento y me mandan extrañas señales.
Algo quieren decirme estos animalejos.