Eterno Retorno

Sunday, April 03, 2022

Cuando el diario íntimo acaba por ser la obra mayor de un escritor opacando por completo a sus novelas


 

Acaso el gran padrino moderno de los diarios de literatos o del diario como género literario mayor sea El oficio de vivir de Cesare Pavese. Intenso, profundo, tristísimo. Un diálogo interno pleno en dudas y cavilaciones, la mente como un laberinto oscilante. Aquí están quince años de vida del escritor piamontés que acaban de manera abrupta con la más melancólica y trágica de las despedidas: “Todo esto da asco. No palabras. Un gesto. No escribiré más”. Y no, Cesare Pavese  no escribió más. Diez días después del punto final de su diario se suicidó en un hotel de Turín. Creo que el heredero mayor de El oficio de vivir es sin duda Emilio Renzi y sus diarios. No es casualidad que la primera vez que Renzi aparece como personaje en un cuento de Piglia sea en Un pez en el hielo donde el alter ego pigliano yace justamente en Turín tras el rastro de Pavese buscando pistas en su diario mientras deambula por la estación Santo Stefano Belbo donde vive una decepción amorosa similar a la del piamontés. Renzi medita sobre el destino de Pavese (¿se habría salvado de sí mismo de haber tenido la humildad y la modestia de Kafka?).

“El diario íntimo es una ocupación peligrosa que puede cerrar la comunicación con los otros y confinarnos a un soliloquio estéril y secreto”, escribe Julio Ramón Ribeyro, creador de La tentación del fracaso, uno de los diarios más extremos y entrañables. “Puede también servirnos para, en caso de los escritores, no escribir lo que debiéramos escribir y escribir solamente acerca de los problemas y perplejidades que nos plantea nuestra vocación, de modo que el diario termina por suplantar a la obra potencial que conteníamos.” Mucha razón tiene Ribeyro. Olvida que a menudo el diario íntimo acaba por ser la obra mayor de un escritor opacando por completo a sus novelas.

Por lo que mí a mí respecta, comencé a escribir un diario desde el orwelliano y heavymetalero año de 1984. Se mantuvo ininterrumpido en papel hasta 2002, cuando en cierta forma se mudó al blog Eterno Retorno, que veinte años después sigue vivito y coleando. De cualquier manera, siempre he mantenido cuadernos alternos de escritura diaria a mano, aunque cada vez más enfocados a lo onírico y no al mundo real. Redes duermeveleras les llamo yo.

Uno de los diarios que ha dado de qué hablar recientemente por lo confesional y explícito es Lo que fue presente  del colombiano Héctor Abad Faciolince, que bien podría dar tela de dónde cortar a quienes profundizan en los conflictos en torno a las nuevas masculinidades por la manera en que aborda ciertos temas de los que los hombres no solemos hablar.

El último gran diario literario en ingresar a mi biblioteca (cortesía de Anagrama) es el  de Rafael Chirbes que estoy por comenzar a leer. Publicados de manera póstuma, los diarios de Chirbes están siendo un fenómeno  en España, aunque aquí todavía se le lee poco.  Por lo que a mí respecta, todo lo que hasta ahora he leído este narrador valenciano me ha dejado huella profunda. Ya les platicaré de sus diarios.

PD-Palabras mayores si de diarios hablamos es el pessoal Libro del Desasosiego, la autobiografía del semi-heterónimo Bernardo Soares de quien el propio Pessoa dijo “no siendo su personalidad la mía, es no diferente de la mía, sino una mutilación de ella”. Por cierto, el traductor de El oficio de vivir de Pavese y El libro del desasosiego de Pessoa es el poeta Ángel Crespo (que también tradujo a Dante y a Guimaraes Rosa entre otros muchos) que a su vez escribió sus propios diarios publicados en Seix Barral bajo el título de Los trabajos del espíritu. El diario de un traductor que traduce diarios.