y los derrumbes, ensayos y redes duermeveleras
Intercontinentalidad bajo
palabra ¿Así que China era eso? Planear viajes transoceánicos colgado de un
confortable precipicio, sujeto de una raíz o una rama (similar al barranco de
lodo que escalé anoche cuando descendía en reporteril correría por la colonia
Juárez y me preguntaba de qué profunda manga me sacaría mis cuatro notas del
día, pero eso fue ayer y no mañana). Lo de hace unos minutos, ya quedamos, fue
China, la China post Covid a donde por iniciativa mía arrastré a un politiquete
cualquiera. No recuerdo quién era mi compañero en el bufet del hotel donde nos
serviríamos el arroz con mil madres y el chop suey de una mesa circular y solo
entonces reparaba en la ausencia de cubrebocas y en que ahí, justamente ahí
comenzó la catástrofe e imaginé alimentos infectos mientras veía una escuálida
pierna con polio, pero mis temores se diluían cuando encontraba al viejo del
servicio exterior, algún don becado eterno, alto canoso y muy amable que me
abrazaba efusivamente feliz de verme por China y yo pensaba entonces en las
grandes becas diplomáticas y en la vida en los consulados sin reparar en qué
momento acabé recorriendo unos patios fiscales en Barcelona con sugerida vista
al Mediterráneo, una suerte de aduana portuaria y como un flashazo irrumpió la
conciencia de que en esa tierra catalana habita mi hermano y que lo deseable
sería ir a verlo y a lo mejor permanecer ahí, quedarme un rato a disfrutar esa
intercontinental liberación y darle duro a la hilacha mientras los retardados
amaneceres de noviembre nos recuerdan que la próxima semana mutarán en tiniebla
prematura y los derrumbes, ensayos y redes duermeveleras retornan por un día al
páramo digital después de arrastrar su catástrofe de caligrafía por libretas
bogotanas y cartográficos cuadernos.