Eterno Retorno

Friday, November 05, 2021

La noche se inmolaba en el altar de sacrificios del primer destello de nublada luz

 


 

En cámara lenta los vi caer a bordo del vochito amarillo en la abismal hendidura del taller mecánico. La morra moody al volante y el simio en su plan de pasmarote chupafaros en el asiento del copiloto. Yo, convenenciero espectador, aguardaba tan solo a que entre reversas, giros y malabares en H con la palanca de velocidades libraran el pozo y me dieran aventón. El vochito quedaba suspendido de trompa segundo y medio antes de caer al vacío con sus tripulantes. Había soberano chingazo y sangre pero no fatalidad. Al final me quedé sin raite. Después apareció UDO, con su  camisa de conscripto y su silueta de mastodonte. UDO, a quien yo intentaba dibujar en un cuaderno escolar como una bola deforme con ojos vacíos, una circunferencia malograda en donde el pelo ralo irrumpía en puntas. El botín del final de la noche fue un deshojado poemario de Pessoa pepenado en alguna librería ordinaria como Cristal o Libro Club. La única certidumbre es que no era El Día. Una silueta pessoal en blanco y negro en la portada, un título que he olvidado (podría ser, pero no era, El Libro del Desasosiego). En algún momento creía ver un 1975 como año de edición (demasiado reciente para ser vendido como reliquia) y luego un 1873 encriptado, pero en aquel año ni Pessoa ni sus heterónimos habían llegado al mundo. En alguna biblioteca descubría  el resto de los ejemplares de la colección, alguna enciclopedia de grandes de la poesía en donde irrumpían Machado y la españolada en pastas rojas. La noche se inmolaba en el altar de sacrificios  del primer destello de nublada luz. Nunca las siete de la mañana  de noviembre vuelven a ser tan oscuras como en estos amaneceres.