Eterno Retorno

Wednesday, July 21, 2021

En fin, es un vicio confeso leer a Álvaro Uribe

 


No recuerdo a algún colega que se haya referido alguna vez a Álvaro Uribe como su autor de culto o su principal influencia a la hora de escribir. El homónimo del odiado ex presidente colombiano es de muy bajo perfil mediático y está lejos de ser el clásico ajonjolí de todos los moles feriales o el omnipresente novelista de moda que te recibe en la mesa principal de Gandhi y perora sobre cualquier tren del mame. Sin embargo,  Álvaro Uribe es de los poquísimos autores mexicanos contemporáneos de los que nunca he leído un libro mediocre o prescindible. De muy escasos narradores puedo decir que me he leído ocho libros y todos sin excepción  me han gustado. A Uribe lo descubrí allá por 2001 en una antología de raritos y excéntricos llamada Paisajes del Limbo, en donde aparecen, entre otros, Francisco Tario, Jesús Gardea, Guadalupe  Dueñas, Arqueles Vela y mi tocayo Daniel Sada. Después leí la novela Por su nombre durante un viaje a Cuba y me encantó, así que me seguí con La lotería de San Jorge,  Expediente del atentado, Morir más de una vez, Leo a Biorges y de ahí pal real. Ahora estoy leyendo su última novela llamada Los que no y la estoy disfrutando en serio. La inconfundible marca de Uribe es la pulcritud de la prosa - limpiecita, matemática, trazada con compás- y el tono oscilante entre la elegante ironía y el discurso filosófico. Es una suerte de relojero suizo de las palabras, un sastre obsesivo tejiendo cada botón con concentración absoluta. Si solo me concentrara en su biografía y no en su obra, Uribe podría aparentar ser de esos autores culturosos que a priori me resultan chocantes o pedantescos. Ya saben, el típico autor demasiado libresco y educado que odiaría Kiko Amat, pero la realidad es que Uribe tiene más fuelle y malicia que muchos de quienes quieren navegar con bandera de callejeros, oscuros o malandros. Tal vez por la naturaleza de los personajes la  última novela tiene un tono o un humor más juanvilloresco. Claro los escenarios no cambian mucho respecto a anteriores entregas: mexicanos en París a finales de los setenta, servicio exterior, la UNAM, accidentes carreteros, giros improbables. El tema de la última novela es algo a lo que yo he dado muchas vueltas: aquellos amigos o colegas que en la juventud consideraba absolutamente geniales y destinados a la grandeza y que por alguna jugarreta de la aleatoriedad o el destino acabaron por naufragar o malograrse.  En fin, es un vicio confeso leer a Álvaro Uribe. No lo conozco personalmente y jamás me lo he topado en alguna feria o encuentro. No suelo mencionarlo mucho que digamos y sin embargo debo admitir que es uno de mis autores mexicanos favoritos.