La madrugada de mayo en que Aarón desapareció de tu vista y de tu vida
La silueta de Aarón estaba ahí, recortando la oscuridad
bajo el Portal Maya de Playa del Carmen, a unos metros de la banca donde
aguardabas el amanecer. Un instante después había desaparecido. Frente a ti
sólo estaban los arcos de la plaza y el Caribe cual manta negra, estático y
silente. Ni vestigio de ruido o movimiento en los alrededores
¿Qué es exactamente un instante? No podrías precisarlo.
Tal vez sólo unos segundos de ojos cerrados, un súbito cabeceo ante la dulce
brisa de la madrugada…
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La madrugada de mayo en que Aarón desapareció
de tu vista y de tu vida bajo el arco de Playa del Carmen, tú conjurabas el
bajón de la pacheca acostado en una banca de la plaza. Te has jurado mil veces
a ti mismo y al desfile de policías y burócratas ante quienes has rendido
testimonio sobre la repentina desaparición de tu hijo que nunca te quedaste
dormido, aunque la brisa del Caribe a las cuatro de la mañana te contagiaba una
dulcísima modorra. Aarón estaba a unos metros de ti, deambulando y dando saltos
bajo el Portal Maya, invocando acaso un exorcismo para su crónico insomnio o
inmerso en cónclave con su pandilla de amigos imaginarios.