Eterno Retorno

Friday, January 15, 2021

Irlanda se viste para matar

 

Un buen propósito de año nuevo (que hasta ahora he incumplido) es compartir con ustedes impresiones y retrogustos de absolutamente todas mis lecturas conforme las vaya concluyendo. No se trata de una reseña en forma sino un  comentario a la brava y de primera intención. Pues bien, mi primera lectura del 2021 fue Cara de liebre de Liliana Blum (en realidad terminé de leerla el 7 de enero, pero hasta ahora la comento). Creo que a estas alturas ya podría reconocer a ciegas una novela de Liliana aunque viniera firmada con un seudónimo, pues la duranguense ha patentado un sello propio que parece ser  obsesivamente fiel a sí mismo. Ignoro si la idea fue concebida a priori, pero Pandora, Monstruo pentápodo y Cara de liebre funcionan perfectamente como trilogía (de hecho hay un pequeño guiño a Pandora al principio de este tercer libro). Digamos que si aplicamos la teoría de Cómo dibujar una novela de Martín Solares, la conclusión es que estas tres historias arrojan un trazo muy similar (por no decir casi idéntico) en su estructura, si bien la trama tiene variantes sustanciales y cumple con agarrarte del cuello y no soltarte. De entrada, aquí el rol de psyco killer lo juega una mujer, Irlanda,  y la víctima es un hombre, el odioso Nick. Es ahí donde está el que creo yo es el principal contraste con Pandora y el monstruo: en Cara de liebre es imposible no ponerse de parte de la psicópata y repudiar a la víctima. También hay contrastes en el desenlace (no spoilers, please) pero por fortuna no en la tensión in crescendo.  Como en las dos anteriores novelas, hay dos historias paralelas alternándose y la que corresponde a la psyco killer  oscila entre la voz interior de Irlanda narrando en primera persona y un narrador omnisciente que se encarga también de contar la historia de Tamara. Demasiados temas para la reflexión. Por ejemplo, ayer que ejecutaron por inyección letal a Lisa Montgomery por haber acuchillado a una mujer embarazada, sus abogados defensores  argumentaban que la asesina había vivido una infancia traumática llena de sufrimiento. Pensé entonces en la niñez de la pobre Irlanda, tan llena de maltrato y acoso, en una época en que el bullying se llamaba vida. También hay escenas brutales. Si cada que escuchamos Goodbye horses irremediablemente pensamos en Buffalo Bill del Silencio de los inocentes, ahora cada que escuche Der Komissar pensaré en Irlanda vestida para matar.

PD- Lecturas en curso: Un amor de Sara Mesa y Declaración de las canciones oscuras de Luis Felipe Fabre. Ya les platicaré.