Irlanda se viste para matar
Un buen propósito de año nuevo (que
hasta ahora he incumplido) es compartir con ustedes impresiones y retrogustos
de absolutamente todas mis lecturas conforme las vaya concluyendo. No se trata
de una reseña en forma sino un
comentario a la brava y de primera intención. Pues bien, mi primera
lectura del 2021 fue Cara de liebre de Liliana Blum (en realidad terminé de
leerla el 7 de enero, pero hasta ahora la comento). Creo que a estas alturas ya
podría reconocer a ciegas una novela de Liliana aunque viniera firmada con un
seudónimo, pues la duranguense ha patentado un sello propio que parece ser obsesivamente fiel a sí mismo. Ignoro si la
idea fue concebida a priori, pero Pandora, Monstruo pentápodo y Cara de liebre
funcionan perfectamente como trilogía (de hecho hay un pequeño guiño a Pandora
al principio de este tercer libro). Digamos que si aplicamos la teoría de Cómo
dibujar una novela de Martín Solares, la conclusión es que estas tres historias
arrojan un trazo muy similar (por no decir casi idéntico) en su estructura, si bien
la trama tiene variantes sustanciales y cumple con agarrarte del cuello y no
soltarte. De entrada, aquí el rol de psyco killer lo juega una mujer, Irlanda, y la víctima es un hombre, el odioso Nick. Es
ahí donde está el que creo yo es el principal contraste con Pandora y el
monstruo: en Cara de liebre es imposible no ponerse de parte de la psicópata y
repudiar a la víctima. También hay contrastes en el desenlace (no spoilers,
please) pero por fortuna no en la tensión in crescendo. Como en las dos anteriores novelas, hay dos
historias paralelas alternándose y la que corresponde a la psyco killer oscila entre la voz interior de Irlanda narrando
en primera persona y un narrador omnisciente que se encarga también de contar
la historia de Tamara. Demasiados temas para la reflexión. Por ejemplo, ayer
que ejecutaron por inyección letal a Lisa Montgomery por haber acuchillado a
una mujer embarazada, sus abogados defensores argumentaban que la asesina había vivido una
infancia traumática llena de sufrimiento. Pensé entonces en la niñez de la
pobre Irlanda, tan llena de maltrato y acoso, en una época en que el bullying se
llamaba vida. También hay escenas brutales. Si cada que escuchamos Goodbye
horses irremediablemente pensamos en Buffalo Bill del Silencio de los
inocentes, ahora cada que escuche Der Komissar pensaré en Irlanda vestida para
matar.
PD- Lecturas en curso: Un amor de
Sara Mesa y Declaración de las canciones oscuras de Luis Felipe Fabre. Ya les
platicaré.