Diciembre de sombras largas
Anoche, infinitos ojos buscaban en el cielo oscuro la atípica
conjunción de Júpiter y Saturno. Acaso en el fondo albergamos la esperanza de
que semejante alineación astral en el solsticio de invierno pueda traer consigo
un buen presagio, un cambio de rumbo o el cruce de un umbral. En cualquier
caso, los humanos solemos buscar respuestas en los astros. Cometas, eclipses o
conjunciones como heraldos de cataclismos, renacimientos o nuevas eras.
Deseamos una estrella de Belén señalando el camino hacia alguna parte o
anunciando la llegada de algún enviado del cielo capaz de redimir este infierno
pandémico. Por ahora seguimos esperando.
No recuerdo una Navidad de
cielos tan claros en Tijuana. La condición Santa Ana, atípica a estas alturas
de diciembre, ha despejado los horizontes y el azul del cielo es de una desnudez
que hiere. Como ráfaga de otoñal viento se
nos está yendo este mes de sombras largas y cielos yermos. De las neblinas
fantasmales de los primeros días de noviembre pasamos a los azulísimos cielos
que ya no contemplan los miles que la enfermedad se ha llevado.
Tiempo de obituarios y condolencias como
ritual de vida diaria y de mirar la propia vida como vela en medio de la
tormenta. El círculo de la epidemia se va estrechando. Hoy todos tenemos algún
familiar enfermo. Largas filas se congregan en torno a los bancos y los
supermercados. Aunque el miedo en teoría repta en cada esquina, la calle no
conoce un minuto de calma. Mientras Baja California retorna al rojo del semáforo (del que acaso no salimos
nunca) y el arresto domiciliario se prolonga indefinidamente, la única
conclusión posible es que en su aparente inmovilidad, el año se
consumió como arena en puño dentro de un zoom con complejo de eternidad.
Diciembre es un soplo y por herencia nos quedará tantísimo atardecer derramado.
En estos días la nostalgia
por la costumbre pide nubes, un frío acogedor y hasta algo de lluvia, pero parece
ser que en 2020 todo absolutamente está destinado ser atípico. La claridad de los días es
inversamente proporcional a los augurios de cara al futuro mediano e inmediato
en donde casi todo pinta difuso u oscuro. La multiplicación de los enfermos, la
saturación absoluta de los hospitales y la inquietante noticia en torno a la
mutación de la cepa en el más agresivo Covid-20, no nos permiten ser demasiado
optimistas, aunque queda la esperanza de que las vacunas empiecen a tener
efectos positivos a la brevedad. A alguna velita encendida debemos aferrarnos.
Dos aves rapaces
sobrevuelan el parque al mediodía. Giran en círculos planeando bajo. Gavilanes
de Cooper o acaso aguilillas cola roja en busca de los múltiples conejos o
ardillas que pueblan el monte. Hay tantísimos mundos paralelos coexistiendo en
nuestro microcosmos, infinitos ojos observándote mientras caminas por las calles
que crees conocer de memoria. Cuando el entorno se torna incomprensible,
entonces trato de imaginarlo contemplado por ojos externos, un gran escenario
en donde todos somos actores e intérpretes. Cada uno es el público de otro y
hoy nos toca mirarnos celebrar la Navidad más extraña y solitaria de nuestras
vidas.