Eterno Retorno

Wednesday, February 05, 2020

En tu triste microcosmos, en un radio de poquísimos metros cuadrados, conviven diversas realidades socioeconómicas del México del Siglo XXI. Tu vida no es precisamente el non plus ultra de la realización, pero te basta mirar puertas adentro del supermercado para darte cuenta de que pese a todo puedes celebrar tu libertad. Cierto, como viene-viene careces de garantías y cimientos, pero al menos eres dueño de tu miseria. No llevas uniforme, ni tienes un supervisor, ni debes escuchar por el altavoz la molestosa convocatoria a reportarte en tu puesto de trabajo. No estás afiliado a ningún sistema de seguridad social y por tanto nadie te muerde tus magras ganancias. No tienes descuentos por retardos ni retenciones por Afore y el Servicio de Administración Tributaria, cosa inconcebible en el México actual, aun no tiene el iris de sus ojos y las huellas de tus diez dedos en su siniestra base de datos. Eres, pese a todo, un hombre libre. Puertas adentro, en el bestial supermercado, hay otras formas de esclavitud. La primera es de lo más evidente, pues todos los esclavos sin excepción llevan una especie de delantal azul que certifica su pertenencia a las fauces de la gran bestia. Sobre ese delantal, a la altura del pecho, se puede leer el nombre del esclavo en cuestión acompañado de un “estoy para servirle” o algún mantra similar. Lo rimbombante del asunto, es que la gran bestia no llama a sus víctimas empleados o encargados. Ante ella, los condenados del delantal azul son sus asociados. Esos pobres galeotes han formado una sociedad con el monstruo. Socios a la fuerza, diría La Polla Records, aunque ni tú, ni ninguno de los asociados ha escuchado nunca rock radical vasco. En sus continuas sesiones de lavado cerebral, los gerentes, subgerentes y jefecillos de área machacan a los esclavos del delantal azul la importancia de ser un asociado, lo cual, les aseguran, es un nivel muy superior al del un simple empleado, aunque salarialmente no haya nada que refleje dicha superioridad. Un asociado, les dicen, tiene una corresponsabilidad y se siente parte integral e insustituible de un gran equipo ganador, con elevadas metas y estándares de competitividad y calidad siempre en ascenso. El supermercado devorador les machaca letanías atiborradas de palabras como liderazgo, superación, eficiencia, servicio al cliente, actitud positiva. Y claro, la empresa es empática, está consciente de que su mayor capital es el capital humano y lo retribuye en consecuencia con generosos premios mensuales de 27 pesos por puntualidad y 21 pesos por buena actitud en el servicio. Además hay promociones e incentivos para hacer carrera en el supermercado. ¿Creen ustedes que el señor subgerente de carnes frías llegó de la noche a la mañana a semejantes alturas? Trabajo, sacrificio, actitud y buena cara es lo que caracteriza a los triunfadores. Cuando un esclavo es requerido en su lugar de trabajo es voceado y los cientos de clientes del supermercado se enteran que el asociado de frutas y verduras o el asociado de lácteos es solicitado en su área con “sentido de urgencia”, pues el cliente espera. Ojo, no dicen urgentemente o presentarse rápido, sino “con sentido de urgencia”. Ignoro cuál sea la justificación lingüística para convertir la urgencia en un sentido. Acaso a los diseñadores de la “filosofía” de la empresa (porque ese monstruo azul dice tener una filosofía) les pareció más elegante decir “con sentido de urgencia” en lugar de decir urgentemente o un más personalizado preséntate en tu área de trabajo.