Eterno Retorno

Saturday, March 16, 2019

Esto es un mórbido Déjà vu, la siniestra sonrisa del eterno retorno brillando bajo el sol de San Luis Río Colorado, Sonora. El 15 de julio de 1997, cuando un sicario acribilló a Benjamín Flores en la puerta de la redacción de La Prensa, yo tenía apenas unos meses de haber debutado como reportero en El Norte y en aquel entonces el asesinato de un periodista aún era noticia nacional e indignaba a un país. Hoy, en la noche de los Idus de marzo, un asesino llamó a la puerta de la casa del colega Santiago Barroso. Los vecinos escucharon al menos diez detonaciones. Santiago expiró al llegar al hospital. En los casi 22 años transcurridos entre estos dos asesinatos cometidos en tierra sanluisina, podemos narrar las historias de al menos 130 periodistas mexicanos que han corrido la misma suerte. Acaso la diferencia estribe en que hoy la muerte de un comunicador ya no sorprende ni indigna. De una forma u otra se ha transformado en el ritual de lo habitual. A Santiago lo mataron hace unas horas y la única certidumbre es que no pasará nada. La ejecución llega a domicilio en el momento en que alguien decide que tu trabajo molesta e incomoda. Tan sencillo como eso. Leo la dedicatoria que Javier Valdez Cárdenas escribió en la primera página de su libro Narcoperiodismo: “A los periodistas mexicanos valientes y dignos, exiliados, escondidos, desparecidos, asesinados, golpeados, atemorizados y pariendo historias, a pesar de la censura y los cañones oscuros.” Un año después de la publicación de ese libro, los cañones oscuros acabaron con la vida de Javier en el centro de Culiacán. En su libro yacía su propio epitafio. Santiago murió hace unas horas. Dentro de un rato, cuando amanezca, tocará a las autoridades cumplir su parte en el ritual. De la misma forma que el sicario acribilló con su arma automática, ellos acribillarán con su perorata y su “estamos investigando, no habrá impunidad, no se puede descartar el móvil personal o pasional en este homicidio, el crimen puede no tener nada que ver con el oficio periodístico, pudo tratarse de un asalto” y el olvido llegará puntual dentro de unos días y la vida seguirá, tan absurda y sinsentido, en este oficio paria cuyo horizonte es el desbarrancadero.