Demasiado idílica la postal como para entregarse a ella. Patrañoso cliché de espíritu juvenil ampliamente recompensado, de hormona en ebullición, de libertad con código de barras. Aun así, la arena y las olas eran reales y mojaban, aunque no me explico dónde conectaba sus tornamesas aquel dj que inundaba la atmósfera con su chick-retrolounge-afterhours trance, ideal para una playita oculta y lejana, sobre todo lejana, porque si algo me queda claro es que llegar hasta allá costaba sudor y lágrima. La ida (puro caminito de bajada a gusto) espetaba en la conciencia la mega chinga por venir, trepando colinas de arena suelta bajo un sol picante. Alguna burguesa hablaba de llegar a pie y regresar en avión y yo, aunque deseaba mi dosis de mar, era consciente de mi teléfono en la bolsa delantera de la camisa, de la cartera, de esas monsergas de vida diaria que no se llevan bien con el agua salada. No había embriaguez ni nada remotamente parecido a un carpe diem publicitario. Había en cambio una brutal conciencia de la chinga por venir y hoy, a un café de distancia en el mojado amanecer, una conclusión a posteriori: pese a haber un océano mojando mi duermevela, por su ausencia brillaron los cetáceos de la inspiración. Estaba que ni pintada la escenita para el repentino brote de colas y aletas que tan bien conocemos, pero hoy no se dignaron a irrumpir en superficie.
Monday, March 04, 2019
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