Aquello era una orgía del desmembramiento, la sublime herencia tras horas de tortura, un altar de pedacería humana sobre el pavimento de la libre a Rosarito (como aquella masacre de perros atropellados en la escénica, alumbrados por los faros entre la niebla en la noche de un 31 de diciembre). Sangre, carne, patrullas y una troca mastodonte donde el cómplice madrina judicialoso miraba tras sus lentes oscuros. No lo mires, le decía a Cone. Vámonos, avancemos sin mirar, pero aquella galería cannibalcorpseana impregnaba todo. Un cuadro completo para vomitar y horrorizarse, aunque el punto exacto del horror yacía en las lenguas cortadas, sólo en las lenguas. Pobres diablos que hablaron de más, lenguas trozadas a navajazo puro, lenguas reptando en la carretera como agonizantes peces sobre la arena. Lenguas sanguinolentas profiriendo lenguaraces estertores
Monday, February 25, 2019
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