Mientras el cielo bajacaliforniano oscila entre furtivas lluvias primaverales y tímidas ráfagas de Sol, releo al azar párrafos de Sumisión. Habrá quien diga que la profecía de Houellebecq falló, pues es la ultraderecha y no un partido islámico quien acecha el Elíseo. Por desgracia Michel no está equivocado. Lo que su novela expone con desparpajo es el mórbido espíritu de nuestra época. Aparentemente terrorismo islámico y fascismo son los antagónicos extremos de una cuerda, pero la realidad es que ambos se retroalimentan. La existencia de uno se justifica en la del otro. El Frente Nacional se empodera gracias a que existe ISIS y las hordas de la yihad ganan adeptos en la medida que Europa se torna racista e intolerante. La perorata de Marine Le Pen, Trump, Putin, Kim Jong un y la de cualquier mulá de mezquita radical apela a dos emociones primarias para legitimarse: el odio y el miedo. El horror frente a la imagen del otro. Sin el odio, sin el miedo y sin la mentira sería inexplicable su empoderamiento. En eso se hermanan. El gran derrotado de la época es el centro. El perdedor parece ser el espíritu de la Ilustración. El liberal, el progresista, el tolerante, la prensa libre y la ciencia están en horas bajas, padeciendo una inocultable temporada de vacas escuálidas. Las ideas van perdiendo la batalla. Vender el voto de la razón es muy complicado cuando luchas contra el impulso de la rabia y el pavor. Los pastores creacionistas evangélicos tienen un aliado en la Casa Blanca y los científicos tienen un enemigo. El cacareo de la noticia falsa y sensacionalista usurpa el lugar de la prensa seria e imparcial. El a estas alturas improbable triunfo de Le Pen confirmaría la supremacía mundial de este viciado Zeitgeist. El cada vez más probable triunfo de Macron sería un gol de la honra, un destello de resistencia liberal contra el espíritu de la época. Por supuesto Macron no tiene ases bajo la manga ni fórmulas mágicas, pero al menos su victoria sería una bandera de dignidad contra el burdo fascismo del Frente Nacional, aunque tampoco creo que pueda detener esta tendencia mundial. Me horroriza decirlo, pero a veces me da por creer (al igual que el odioso Banon) que el avión de la Historia debe acabar de desplomarse y estallar para que de las cenizas surja un orden nuevo.
Sunday, May 07, 2017
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