Una tarde invernal cualquiera (en vientos santaaneros inflamada) recibes en casa un paquete sorpresa, lo abres con cautela y en un de repente se ilumina tu mirada. Nunca imaginaste que dentro del sobre tamaño carta que recibiste de parte de Benito Del Aguila encontrarías semejante joya de hemeroteca. En tus manos unos improbables ejemplares del diario español El Mundo de octubre y noviembre de 1896 en donde, entre otras cosas, se escribe una detallada crónica de la primera gira de los zares de Rusia por el continente europeo. Nicolás y Alejandra, aún jóvenes y con ánimo lunamielero, pasean solemnes por París. Apenas han asumido el trono dos años antes y su descendencia se limita a su primogénita Olga. Un cuento de hadas se vive en aquella Europa de la Belle Epoque. Ocho años faltaban aún para el nacimiento de Alexis y el horror de la hemofilia, nueve años para la derrota en la guerra contra Japón y la nieve enrojecida del Domingo Sangriento. Aún no hacían en el mundo a Rasputin y en el positivista espíritu de la época no cabían las trincheras de la Gran Guerra. Ni en su peor pesadilla imaginaban la erupción del volcán bolchevique dos décadas después y mucho menos el infierno de Siberia y Ekaterimburgo. El Mundo retrata un instante feliz que se diluiría como ceniza en el viento. También entre las amarillentas páginas irrumpen, como si tal cosa, un poema de José Juan Tablada, un cuento de Maupassant, una nota sobre las elecciones de 1896 en Estados Unidos y una reseña de la expedición del doctor Nansen al Polo Norte. Vaya pieza. Benito, si te digo mi gratitud total voy a quedarme corto. Te juro que me sorprendiste.
Monday, January 30, 2017
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