Los seres humanos inventamos la lectura, pero su aprendizaje – a diferencia del habla o el caminado – no brota por instinto. La lectura se aprende y se perfecciona. Aunque nos precedan cinco milenios de grafía ningún niño nace sabiendo leer y como sucede con tantas prácticas, el cerebro se va adaptando y va estableciendo sus propias conexiones neuronales. No es igual el sendero neuronal de quien aprendió a leer en chino, en árabe o en español como tampoco funciona igual la red cerebral de quien lee decenas de miles de palabras al día a quien solo mastica unos cuantos twits. Las neuronas van conformando nuevos caminos y conexiones entre sí conforme se perfecciona una habilidad, nos dice Maryanne Wolf en su ensayo Cómo aprendemos a leer. Directora del Centro de Investigación del Lenguaje y la Lectura de Boston, Wolf ha estudiado a profundidad el proceso epistemológico de la lectura entretejiendo neurociencia, psicología, literatura y lingüística. Gracias a la arquitectura abierta de las neuronas y a la plasticidad del cerebro, se puede ir desarrollando un sistema versátil que evoluciona en ritmo y complejidad según la práctica y el hábito. Ahí es donde radica el peligro de un mundo sin lectores. Esta plasticidad o adaptabilidad neuronal puede propiciar que quien nunca ha leído o solo lee lo mínimo indispensable, vea atrofiadas sus potenciales capacidades. Podemos imaginar un profesionista con un buen coeficiente intelectual que nunca en su vida ha leído un libro como hay tantos actualmente. Aunque tiene una inteligencia desarrollada en otras áreas, no podrá de buenas a primeras leerse una noche cualquiera un libro de 500 páginas. Cierto, no es un analfabeta, sabe perfectamente distinguir una A de una O, es muy activo en Twitter y es exitoso en su campo de trabajo, pero a su red neuronal le será demasiado complicado mantener la concentración y el ritmo en una lectura de largo aliento. El detalle está en que avanzamos hacia un mundo controlado por seres como ese hipotético profesionista. Tendrá algunas áreas cerebrales muy bien desarrolladas, pero la abstracción y reinterpretación por medio de la palabra escrita estará oxidada y le costará bastante ponerla a funcionar de un día para otro. Tampoco se puede decir que sea un cabeza hueca, pero su conocimiento viene primordialmente de la imagen, de exposiciones de conceptos en frases cortas dentro de pantallas luminosas, de planos o animaciones digitales y su cultura yace en las teleseries o los videojuegos. Un personaje así encarna el zeitgeist de nuestra era. Debe haber mil de esos por cada lector.(Bajo la luz de una estrella muerta)
Tuesday, January 31, 2017
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