En plena cacería de conceptos para un ensayo en fase de semilla embrionaria, me he sumergido en los últimos días en Metafísica de la Muerte de Agustín Basave y de repente reparo en que hoy se cumple una década de su partida. Diez años sin mi Abuelo. La vida parece correr con demasiada prisa. Su herencia es eterna y en cada relectura descubro, aún con más intensidad, a un verdadero enamorado de la sabiduría.
En la oscurísima noche invernal de ese 14 de enero de 2006 escribí estas palabras:
“Hoy me dedico a recordar al hombre que jamás me negó su tiempo para escucharme y aconsejarme, al que acompañaba a cruzar caminando el puente Miravalle rumbo a la Iglesia de Fátima, al que me llevaba al futbol, al que me enseño el Quijote y la Divina Comedia, que me regaló libros y que siempre me exhortó a buscar la plena realización vocacional. Tomo en mis manos sus libros, leo sus dedicatorias en la primera página y en todos coincide en expresar su deseo por mi plena realización vocacional. Aún en los últimos días esas fueron sus palabras hacia mí: “¿Sientes que estás cumpliendo tu vocación?” Me hubiera partido el alma responderle la verdad, decirle no, no la he encontrado ni la he cumplido. También podría decirle que me siento más sólo que nunca ¿Cómo puedes sentirte cuando te falta aquel que ha construido lo poco que eres? ¿A dónde ir cuando se apagó la luz del faro que trazó tu ruta de navegación en la existencia? Hay personas a las que amas. Otras, muy pocas, a las que te debes en todo tu ser. Hay personas que con su sola presencia definieron tu camino, aunque al final, hayas acabado por errarlo”
Diez años han transcurrido, pero al menos hoy puedo responderle “Sí, sigo mi vocación”. Tardé muchísimo, pero creo que esas palabras finales me impulsaron a dar el salto en el que aún estoy inmerso.
Thursday, January 14, 2016
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