Bajo este invernal cielo oscuro tan eneroso y enerante, cada quien tendrá para relatar su propia historia bañada por la lluvia. Mi relato de damnificado tiene que ver con un síndrome de abstinencia. Sucede que la tormenta tuvo a bien joder la cuchilla de un poste y amanecimos sin energía eléctrica en casa. Todo podría haber transcurrido en relativa calma de no ser porque la maquinita moledora de café no funciona con pilas. La idea de enfrentar una mañana sin una taza humeante no cabe en mi existencia. Un día que no comienza con el más negro café es el equivalente a una región límbica, un insoportable purgatorio. El agua ya hervía en la estufa pero no había grano molido. Cuando ya me disponía a triturarlo con los dientes o los puños mi mente se iluminó de repente: “molcajete de mi alma ven a mí”. Piedra en mano evoqué cierta rolita de estilo musical no metalero que dice algo así como “pasa la noche cansado moliendo café. Escucharás esta canción de la vieja molienda, que en el letargo de la noche parece decir…” No es que ese estilo musical me vuelva loco, pero de mi molienda mañanera brotó un potaje más oscuro que la oscuridad de mis pensamientos.
Thursday, January 07, 2016
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