Un Melmoth revolucionario
Si tuviéramos que elegir un epitafio para grabar en la tumba del Siglo XX, Luis Cabrera podría prestarnos una frase: “la Revolución, como Cronos, se comió a sus hijos”. Ignoro si el intelectual del constitucionalismo pretendió jugar al Nostradamus, pero lo cierto es que las revoluciones acabaron por devorar a sus hijos, a sus padres y sobre todo a sus creyentes. Si la revolución generó en México una épica popular entronizada por Azuela, Muñoz y Urquizo , el naufragio del sueño y su irremediable prostitución ha hecho germinar obras de superior manufactura. Los relámpagos de agosto de Ibargüengoitia es la piedra fundacional de una satírica narrativa del desencanto revolucionario que en tiempos recientes ha hecho brotar novelas como El museo de la revolución de Martín Kohan o La lotería de San Jorge de Álvaro Uribe. A esta familia pertenece Será mañana. La eterna pesadilla de la revolución del mexicano Federico Guzmán Rubio, publicada en Buenos Aires por editorial Momofuku y en España por Lengua de Trapo. Si quisiéramos encarnar en una obra y un personaje la utopía insurgente del Siglo pasado teniendo el Revolution de The Beatles como música de fondo, ahí está la novela de Guzmán y su genial personaje, Barrunte. Si algunos narradores recurren a repúblicas ficticias para caricaturizar el derrumbe de las revolucionarias lunas de miel, Federico apuesta por encarnarlo en un solo personaje, una suerte de Dorian Gray de la insurgencia. Producto del pasional amasiato entre una soldadera revolucionaria yaqui y un anarquista ruso, Barrunte es concebido el 4 de diciembre de 1914 sobre una trajinera de Xochimilco, mientras villistas y zapatistas dominan la Ciudad de México. Tan alta es la temperatura del revolcón en la trajinera nupcial, que la embarcación se mueve sola por los canales mientras la pareja revolucionaria se ayunta y concibe a su cachorro. Si John Reed fue el testigo privilegiado de la División del Norte y la Revolución Bolchevique, Barrunte será testigo de mil y un idilios devenidos en crepúsculo: la infaltable y prototípica Cuba de Castro y el Che; los guerrilleros argelinos; los republicanos irlandeses; los Montoneros argentinos y los sandinistas nicaragüenses. Para poder mantener su pacto fáustico de juventud e inmortalidad, Barrunte requiere estar encendiendo chispas revolucionarias o de lo contrario envejecerá. Cruel metáfora del Siglo XX. El resultado es que el Dorian Gray revolucionario poco a poco empieza a parecerse a Melmoth El Errabundo, un personaje que carga su inmortalidad como un lastre porque llegado el Siglo XXI la revolución parece transformarse en un objeto vintage, un suvenir pintoresco y chic como una camiseta del Che en marca de diseñador . La genial frase de apertura encarna el dilema del guerrillero con una lacerante duda existencial: ¿Matar al rey o tomarse una cerveza? Federico posee un atípico sentido del humor y una malicia narrativa poco común en una primera novela. Quizá una odiosa comparación podría remitirme al tapatío Juan Pablo Villalobos. Será mañana es uno de los secretos mejor guardados de la narrativa mexicana contemporánea. Leído y reseñado por colegas argentinos y españoles, no lo veo en las predecibles listas decembrinas de las mejores novelas mexicanas, que parecen aferradas a darse “copy paste” repitiendo títulos y autores. Barrunte desnuda y disecciona el idilio revolucionario y aunque la conclusión podría ser el “cuánto plomo mal gastado” de los punketos vizcaínos de Eskorbuto, lo cierto es que al final de la burla, la semilla y la razón de ser de la pesadilla revolucionaria siguen estando vigentes. Acaso entre matar al rey y tomarse una cerveza, aún siga siendo más digno optar por la primera alternativa.