Era un anticristo mofletudo y pecoso, con rulos de principito y ojos de charco, pero así y todo era un hijo de puta. En realidad, para no restar méritos a Hollywood, diré que era el Demian morrito de La Profecía. Al parecer la bestia infantil andaba por los rumbos de la sala de mi casa y se reunía a departir con un bonachón y hasta inocente niño dios que de inmediato captaba su esencia diabólica mientras alucinaba transformaciones en seres grotescos estilo cuadro del Bosco y mi corazón acelerado tomaba la ruta de los monstruos de duermevela. El horror yacía en la mirada.
A medio camino entre la payasada, la faramalla y la hijoeputez, se revolcaba en charcos con un ropón que se pretendía túnica romana. Rala barba de candado, rostro inflado de borracho, sed de lucimiento y entrevero. Recuerdo floretes y estiletos tirados en el suelo. La calle donde nos enfrentaríamos, de eso no tengo duda, estaba atrás del Museo del Chopo y aunque el tipejo acababa por dar lástima arrastrado en el fango, yo rehuía la pelea y le proponía un ridículo pacto de caballeros. Ya no supe si se animó a tirar el primer chingazo.
Tuesday, January 12, 2016
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