Pocos testamentos literarios tan profundos y desgarradores como El mundo de ayer de Stefan Zweig, concluido en 1941 pocas semanas antes de su suicidio y publicado de manera póstuma hasta 1944. Me aterra la actualidad de su prefacio, la vigencia de algunos párrafos que hurgan heridas abiertas. Comparto algunos
Todos los puentes entre nuestro hoy, nuestro ayer y nuestro anteayer han sido destruidos. El mundo en que me desarrollé, el mundo de hoy, y el que queda entre uno y otro, se separaron para mi sentimiento cada vez más, formando mundos absolutamente distintos.
Nosotros lo experimentamos todo sin retorno: nada queda de lo anterior, nada vuelve.
Hasta nuestra hora, la humanidad, como conjunto, jamás se ha mostrado más infernal; pero al mismo tiempo, nunca ha logrado conquistas tan próximas a lo divino
He sido lector de Stefan Zweig desde hace años y siempre me ha quedado la sensación de que no él tenía la personalidad sombría y depresiva del prototípico escritor suicida. El austriaco fue un pacifista a ultranza que amaba la vida y la libertad y al que le tocó ver su mundo desbaratarse varias veces. El suelo bajo sus pies se quebró y su entorno fue ahogado en sangre y mierda totalitaria. Cuando Zweig concluyó su testamento y se quitó la vida en Brasil, Hitler estaba en el cénit de su poder y no había demasiadas razones para ver un mínimo rayo de luz al final del túnel. Anoche me puse a releer su obra póstuma y me hizo imaginar lo poco que falta para que nuestro mundo sea olvido.
Friday, May 22, 2015
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