¿Quieres encontrar una inequívoca señal del Réquiem por Gutenberg? Solo mira la vida de los voceadores. Hace algunos ayeres, cuando yo era un niño regiomontano, era preciso madrugar para poder conseguir un ejemplar del periódico El Norte en las calles de Monterrey. Si no eras suscriptor y querías conseguir el ejemplar del día, lo mejor era salir a buscarlo temprano. Si salías a buscar El Norte después de las 10:00 de la mañana lo más probable era no encontrarlo. El voceador podía ser considerado entonces un microempresario exitoso. A las 7:00 de la mañana podías verlo frente a una montaña de periódicos en el crucero y tres horas después no le quedaba uno solo. Ignoro cuál era su ganancia neta, pero si de algo estoy seguro, es que el voceador no vivía en la miseria ni te rogaba para le compraras. Cuando llegué a vivir a Baja California a finales de los 90 me convertí en un devoto lector de Zeta y pronto me di cuenta que lo mejor era comprarlo el viernes por mañana pues existía un severo riesgo de ya no encontrarlo al caer la tarde.
A finales de los 90 el voceador era todavía un microempresario; en 2014 se ha transformado en una variante del pordiosero. ¿Lo dudas? Solo observa la venta de periódico en los cruceros de Rosarito. Un atardecer cualquiera paras en un semáforo y el vendedor de periódico toca desesperado la ventana de tu carro para ofrecerte los ejemplares del día. Cuando le dices “no gracias” él insiste e incluso ruega. “Por favor señor, no he vendido ninguno”. Cuando te niegas por segunda vez, el vendedor de periódicos te pide entonces que le des un peso o lo que traigas porque no ha comido. La miseria y la desesperación no pueden maquillarse. Cuando el Sol se oculta los vendedores de periódicos siguen ahí, con los mismos ejemplares de la mañana. La mayoría de estos modernos voceadores rosaritenses son deportados o adictos en rehabilitación. Hace no muchos años ibas a buscar al voceador sabiendo que si llegabas tarde ya no lo encontrarías. Hoy comprar el periódico se ha convertido en un acto de caridad, una suerte de limosna. Por la noche vas al Oxxo y los periódicos del día siguen estando ahí, esperando a ser reemplazados por los ejemplares del día siguiente que irán a adornar el estante por las siguientes 24 horas.
Me duele ver a los voceadores. Siempre los he considerado unos aliados, pero su oficio está irremediablemente condenado a muerte. Ellos también son damnificados del Réquiem por Gutenberg. Los jefes de circulación de los diarios sin duda dirán otra cosa y presentarán cifras notarialmente maquilladas. Pueden decir lo que quieran: los periódicos impresos ya están muertos. Son una especie de zombies que deambulan por las calles con vida artificial. “I see dead papers”, dice el niño de Sexto Sentido. Ese respirador que los mantiene con vida aparente son los contratos de publicidad oficial. Mantener la edición impresa en las calles es más bien una declaración de existencia y principios, no una utilidad por venta. En la psicología de quienes no fuimos nativos digitales hay cierta percepción de que solo lo impreso existe y perdura. Un blog o una página, dicen, lo tiene cualquiera. Estamos inmersos aún en ese río revuelto de transición antes de que el diarismo impreso tenga su epitafio definitivo. Un río revuelto donde sobran perdedores. La vida artificial engaña. Los diarios impresos ya están, como diría Eskorbuto, muertos, muertos, muertos.
Respóndetelo tú mismo: ¿Hace cuánto tiempo que no compras el periódico? (DSB)
Sunday, August 10, 2014
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