Eterno Retorno

Tuesday, July 22, 2014

La obra de arte cuyo título más veces he invocado como metáfora en mis textos es –ni duda cabe- “El sueño de la razón produce monstruos” de Francisco de Goya y Lucientes. Más allá de la evidente fuerza expresiva del cuadro, la frase en sí misma es literariamente redonda. Lo extraño es que hasta ayer por la tarde siempre la había entendido en un solo sentido: interpreto la palabra el “sueño” como el “ideal” o el “idilio” de la razón. Los pajarracos verdugos y los espectros que emergen de la cabeza del hombre son la inevitable deformación o degeneración de la mente cuando la obsesión racional es forzada al extremo. En el cuadro encontré una metáfora del naufragio del Siglo de las Luces en las mil y un cabezas cortadas por la guillotina revolucionaria. La razón que yo idolatro puede llegar a ser monstruosa. Sin embargo, ayer al atardecer, leyendo un ensayo de Juan Villoro (Goya y Fuentes: los trabajos del sueño) me topé con otra posible interpretación: cuando la razón duerme, brotan los monstruos. La confusión se genera por la doble acepción de la palabra “sueño” en español. A diferencia de otros idiomas como el inglés, donde existen palabras distintas para denominar el acto de dormir (sleep) o soñar (dream), en nuestra lengua la palabra “sueño” puede ser entendida de dos maneras. Según Villoro, el título del cuadro ha dado lugar a no pocos debates. Eleanor Sayre, Robert Hughes y Pierre Gassier se inclinan a pensar en la razón dormida, mientras Edward Lucie-Smith y René Dubos interpretan que el soñar desbocado de la razón engendra las bestias. Utilizando el concepto nietzschiano del Origen de la tragedia, podría decir que el más extremo Apolíneo acaba por saltar al abismo de lo Dionisiaco. Si me pongo en plan castanediano, podría decir que el paroxismo del Tonal podrá cruzar el umbral hacia el Nagual. Al final, cuando la mente estructurada del dos más dos quiere alcanzar el cielo con su cuadrado de ciencia exacta, brotan los instintos primitivos, los horrores ancestrales, el siempre infestado pozo de nuestras pesadillas. ¿Qué habrá querido decir el Sordo aragonés? ¿Cuál es la acepción correcta?