Los corruptos legales caminan sonrientes en pasarelas mientras millones de mexicanos miserables los admiran y envidian. Los odian, sí, pero no porque piensen que el origen de su riqueza es ilegal o porque se enriquecen gracias a un sistema económico diseñado para aplastar a la clase media; los odian porque el común de los mexicanos desean ser como ellos: millonarios, frívolos e irresponsables, célebres por sus escándalos de faldas y sus hijos no reconocidos. La política asumida y reconocida abiertamente como el gran circo del ridículo y el cinismo, donde el debate de propuestas e ideas se limita a los 140 caracteres de twitter. En ese escenario de legisladores jovenzuelos con la cara eternamente sumergida en sus iPads mientras en tribuna se juega el futuro del país, de caras de candidatos treintañeros diseñadas por el cirujano facial y postizas sonrisas de dentista, fue donde irrumpió el ser que encarna esa esencia de frívola estupidez en cada costado de su ser. Llegó como el resultado de generaciones y generaciones de políticos corruptos e impunes que en amasiato con la más insultante cultura farandulera de telenovela, dieron a luz a su criatura perfecta; la más sofisticada encarnación de la podredumbre de un sistema; una podredumbre materializada en un rostro perfecto, depilado, maquillado, de blanquísima y falsa sonrisa. Un rostro ideal para el spot de televisión, con un discurso diseñado para el telepromter. El hombre ni mandado hacer para gobernar un estado que pese a su vocación mafiosa no renunciaba a su ñoñería.
Friday, February 07, 2014
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