Brinda Tomás Perrín con Agua de la Presa
Si en verdad el Agua de la Presa tiene el poder de hechizar a quienes la beben y enamorarlos perdidamente de Tijuana, ello quedó de manifiesto en una noche de auténtico embrujo en el Lugar del Nopal, donde Tomás Perrín y sus amigos celebraron en grande el 30 Aniversario de la novela que arrojó una salvaje declaración de amor por la ciudad.
El Agua de la Presa, publicada originalmente en 1982, celebra su aniversario con una cuarta reedición en el marco de los festejos de Tijuana Innovadora y vaya que lo festejó en grande, pues en la fiesta de la treintañera hubo poesía, canto, teatro, música y un espíritu bohemio que acabó por contagiar a todos.
Desde la semblanza del autor a cargo de Bárbara Perrín Escobar, Le Efant Terrible del teatro tijuanense, ya se presagiaba una noche atípica, una sui generis velada que nada tiene que ver con la formalidad que a veces rodea a las presentaciones librescas.
La noche empezó a calentarse con las interpretaciones de Lorena Villaseñor en la voz y Sabino Villalobos al piano, quienes fueron poniendo calor a la noche para dar paso al prólogo a cargo de quien esto escribe y continuar con una representación teatral de un diálogo de la novela a cargo del grupo Teatro en el Incendio.
El decano del periodismo tijuanense Óscar Genel derrochó sabias palabras y una dosis de nostalgia en su presentación, misma que antecedió a la sublime interpretación Gabriela Bojórquez y a una nueva interpretación de los teatreros del Incendio.
Punto fuerte de la velada fue cuando la voz Azzul Monráz los llevó a todos de ronda, dejando la temperatura del corazón en punto de ebullición para que el padre de la novela festejada subiera a recitar el Regalo de Sara’s.
Bien sabido es que Tomás Perrín suele tener en la punta de la lengua la palabra mágica para redondear un poema, para vender un buen whisky o para nombrar a una orquesta infantil; lo que pocos sabían es que este innovador mercadólogo también sabe tocar la armónica haciendo dueto con el padrino del rock mexicano, el mismísimo Javier Bátiz, con quien Perrín cerró la velada interpretando 68 para despedirse con el emotivo poema Tiempo y Tierra Nueva. Una noche embrujada para festejar las primeras tres décadas de una novela que tiene cara de eternidad.