Eterno Retorno

Monday, August 10, 2009

Sábado de ultrasonido y el señor Conejo con pila recargada. Parece ser que dormir no es el pasatiempo favorito de este señor, que al parecer practica zumba o patea un balón imaginario mientras se da maromas y descubre que vivir es moverse. Tiene nombre arquero, pero hasta ahora parece que le atrae más patear que atajar. Y esto sólo es el principio, ahora que pesa tres cuartos de kilo. No se lo que pasará cuando su nacimiento se aproxime y el señor ande arriba de los dos kilitos. En la pantalla se ve un Conejo saltarín, que simplemente no sabe estarse quieto y elige la noche para practicar sus brincos.


Vuelvo a clase en el diplomado de la Ibero y aún no me he sentido pez en el agua. Suelo actuar con desparpajo y brutal honestidad cuando yo soy el invitado a exponer, pero ahora, que por primera vez me toca la titularidad de un grupo, aunque sea por tres clases, una rienda invisible me jala y me transforma en algo parecido a lo políticamente correcto. Una exposición controlada, medida, baja en calorías, sin esa dosis de irreverencia que me gusta aportar.

Por fortuna me ha tocado un grupo inquieto, en donde la mayoría de los alumnos, principalmente los mayores, participan y mucho, con intervenciones agudas y críticas lo cual agradezco sinceramente, pues odiaría la idea de ir a monologar. Me gusta sembrar la semilla del debate, de la duda eterna, motivar a torcer el cuello del ganso y darle una vuelta a la tuerca de Henry James.

El periodismo, como la prostitución, se aprende en las calles, no en los salones de clases. Esto es más oficio que profesión y aunque en teoría somos buscadores de verdades absolutas, aquí reina el relativismo y nadie es dueño de la razón.

El tema que consumió toda la segunda parte del diplomado fue el asesinato de Adriana Ruiz Muñiz, la edecán de los Xoloitzcuintles. Si un periodista con la suficiente malicia literaria la toma en sus manos, la historia de Adriana podría convertirse en un megaclásico del periodismo narrativo. Si un Rodolfo Walsh o un Truman Capote agarraran esa historia, ¡aguas! Alguna vez dije (pero no escribí) que las historias, periodísticas, al igual que el David de Miguel Ángel, yacen ocultas dentro de una piedra en bruto a la que sólo es preciso quitarle el sobrante.

Toda historia puede aspirar a la eternidad si encuentra un narrador con el suficiente oficio. Todo, hasta lo más ordinario e insignificante, obedece a una serie de designios y casualidades, de destinos y circunstancias irrepetibles. Toma en tus manos un caso cualquiera, uno de esos cientos de veinticincoañeros con camisa de american eagle o aeropostale que amanecen ejecutados en un día aburrido y no merecen ni tres párrafos en la sección la policíaca. Hasta la vida de esos anónimos sinaloenses puede llegar a atrapar un lector si es narrada a profundidad. Pero claro, hay de historias a historias y digamos que con Adriana la realidad ha aportado ya demasiados elementos como para que la pluma únicamente venga a pulir la forma.

Sí, es real lo señalado por mi colega Fausto Ovalle en http://www.la-ch.com/ que en la misma semana en que murió Adriana otras tres mujeres fueron asesinadas en Tijuana, pero de la misma forma que en esta vida una mujer bella suele nacer con ventaja en el marcador e ir varios pasos adelante, también en la muerte hay categorías y es obvio que por sus circunstancias específicas, la muerte de Adriana eclipsará cualquier otra.

Belleza y sadismo son un matrimonio maldito y ninguna historia lo ha consumado de tal forma como la de Adriana. Carajo, es que la historia está que ni mandada hacer para un buen periodista o un novelista de negra estirpe. Una mujer bella es decapitada luego de horas de brutal tortura. Ni The Black Dhalia Murder. Ellroy se quedó muy corto y Mankell jamás parió algo tan cruel. Sí, queda en al aire la pregunta de todo buen sabueso policíaco: ¿Quién ordenó ese crimen? ¿Cómo ocurrió? Pero la pregunta que el buen periodista narrativo debe resolver es otra ¿Quién era ella? ¿Qué pudo llevarla a esa muerte? Sí, el eje conductor de la historia es la de una bella joven, madre soltera y trabajadora que tiene un final de infierno. Pero los ejes laterales son el reflejo de un sistema podrido, en lo político, en lo policial y sobre todo, en lo social. La reacción refleja nuestra podredumbre. Nuestra actitud ante las víctimas del crimen es la misma que ante los enfermos de sida, la actitud de “se lo merecen”, “quién les manda”, “en malos pasos andaría esa muchacha”, “en algo chueco se movería, por algo murió así, a los inocentes no les pasa”. Palabras más, palabras menos, esa es la respuesta del procurador Rommel Moreno y de las buenas conciencias de la ciudad. Lo cierto es que fuera quien fuera esa mujer, nadie merece morir de esa forma.

En lo que respecta a lo estrictamente periodístico, es un hecho que mi colega Krystel Gómez caminó varios pasos delante de los demás reporteros. Mientras los demás se conformaron con dar la noticia del hallazgo del cadáver con evidentes huellas de severísima tortura, Krystel fue la única que se tomó el trabajo de ponerle un rostro y una vida a esta mujer. ¿Quién era Adriana? Nadie más de tomó el trabajo de responderlo. Por supuesto, la historia de Adriana se convertirá demasiado pronto en polvo de olvido y nuestros reporteros se ocuparán de otros asuntos, Nuevos crímenes menos pintorescos acapararán las páginas policiales
dejando en la agrafía una historia que tiene todos los elementos para transformarse en el nuevo A sangre fría.


Pedazos de mi amigo piel de vaca

De los más abruptos parajes de mi librero emergen un par de antiguas reliquias abismales de la escritura a mano: El Amigo Piel de Vaca y el cuaderno plateado. Sumergirse en sus páginas significa perderse en una jungla donde el caos de mi pésima caligrafía es amo y señor. Bienvenidos al Corazón de las Tinieblas. Desde el orwelliano y heavymetalero 1984 he padecido el vicio de escribir una suerte de anárquicos diarios, que de una u otra forma encontraron su continuidad, en versión light y baja en calorías, en este espacio bloguero. Hasta el 2002 escribí constante y religiosamente con pluma bic en viejos cuadernos. Oficialmente hay cinco cuadernos que siguieron un orden cronológico desde 1984 a 2002. El Amigo Piel de Vaca fue el último de la dinastía. De forma paralela existieron cuadernos alternos que no eran formalmente un diario y en donde el orden cronológico brillaba por su ausencia. El cuaderno plateado perteneció a esa estirpe a la que la Moleskine ha dado continuidad. El blog no aniquiló la escritura a mano, pero la condenó a ser vía de fuga en aviones, aeropuertos y salas de espera. Esos viejos diarios sí que eran íntimos y privados, no porque los mantuviera bajo llave en una caja fuerte, sino porque nadie absolutamente sería capaz de entender mi letra. Más obscuros e introspectivos que esta cuna porquerioza, esos papeles reflejan estados de ánimo extremos. Abro páginas al azar del Amigo Piel de Vaca y me entretengo leyendo un narrador que parece otra persona. Ahí me he topado con exabruptos paridos en el lugar de los hechos de los viajes a Italia y Cuba, así como de la estadía como corresponsal en Nueva York en aquel mítico septiembre. También hay emocionales retazos escritos mientras Rush tocaba en vivo en el auditorio de Chula Vista. En el cuaderno plateado hay un alucinaje parido en una banca del Parque Lezama en Buenos Aires. En fin, me he permitido traducir algunos papeles.


Arrancados al azar de mi amigo Piel de Vaca

Deshojando la flor de la existencia, uno acierta de vez en cuando a tratar de ir sugiriendo (digo, si es que se vale), cuál es el mejor escenario para despedirse de este mundo. ¡Qué cosas! Es nuestro único pasaje futuro absolutamente seguro y nunca pensamos en cómo nos gustaría recibirlo. Prepararse para la Muerte como te preparas para tu boda o tu graduación. ¿Cuál es el mejor escenario? Me gustaría que fuera en sábado, si es posible al atardecer o por la noche. Suave y repentina, como un visitante inesperado pero siempre bienvenido. Con su permiso, diría La Muerte. Propio, respondería yo, pase usted y el Sol ocultándose tras el Pacífico sería mi última luz. Que sea cerca del mar, con algún Dionisio discreto danzando en mi cabeza y el alma exorcizada de demonios cotidianos. Que venga, así, vestida con ropa casual y sonrisa de viejos amigos Hola ¿Cómo estás?


El reino de la imaginación suele imponerse al de los sentidos. Mirar el vacío, desear el vacío, emprender la caída con sed de Infierno. Cuánto maldito contraste hay en mí espíritu. Qué mórbida paz me caracteriza. Por momentos una claridad tan insoportable me permite ver las entrañas del abismo, sobre cuyas fauces navegamos, el maldito pozo siempre oculto al final del viaje. La Muerte, la siempre Santísima Muerte como eterna compañera y tú sin poder arrancar de tajo el miedo. La Muerte cruzando la calle, susurrando en tu oído, el vacío y su magnetismo, la seducción de Thanatos…y yo…aferrado como un náufrago a esta superficie.


Nada mejor que lo improbable y lo antipoético para exigir la entrega de un paquete de inspiración envuelto en rollos de plástico, un oasis chatarra veloz ubicado justo a lado del camino, donde, como dijo Fito, es más entretenido y más barato.


Al Parque Lezama le sobran gatos, árboles gordos y sobre todo, corazones solitarios.

La magia elige un día de nuestra vida para revelarnos su existencia y marcharse para siempre.


Añorar la historia de lo que pudo haber sido
Añorar la ilusión
Añorar el sueño
Añorar el viento del paraíso descendiendo por las calles
Mirarte en los otros, en los zapatos de otros, intuir el absoluto, largarte a la chingada


La tinta no puede conjurar
La tinta no es máquina del tiempo
La tinta no exorciza
La tinta, compadre mío, no sirve de un carajo