Eterno Retorno

Wednesday, August 05, 2009

La tarde se pone un disfraz de fantasma y hay en el aire algo parecido a un presagio.


En la tabla personal del hedonismo, los viajes y los libros se encuentran en primerísimo sitio. Mientras haya un libro por leer y una ciudad por descubrir, la vida merecerá ser vivida. Luego entonces, es de esperar que la literatura de viajes sea un vicio difícil de resistir.


Viajar y perder países, inventar personajes que evitan que nos arrojemos al vacío, adentrarse a tumba abierta en la realidad, perseguir con gran fatiga vidas ajenas, morir de esa pasión extrema que puede ser el amor, coleccionar tempestades, interiorizar a los muertos, perderse, practicar la saudade, convertirse en fantasma


Si los mundos narrativos son tan confortables ¿por qué, entonces, no intentar leer el mismo mundo real como si fuera una novela? O también, si los mundos de la ficción narrativa son tan pequeños y engañosamente confortables, ¿por qué no intentar construir mundos narrativos que sean complejos, contradictorios y provocadores, como el mundo real?



Hemos querido contagiar lo sublime a la Muerte. Asociarla con la gloria, la redención, la apoteosis. Cuántas personas optan por su Muerte para acceder a un pedacito de inmortalidad. Pero la Muerte puede ser también, y de hecho lo es en la mayoría de los casos, un acto terriblemente absurdo no exento de cierta comicidad. Acabamos desnudados por la Muerte en nuestras formas más estúpidas y grotescas como el valiente condenado a Muerte que sueña desafiar a sus verdugos con mirada soberbia y acaba cagándose en los pantalones antes de recibir la descarga.

Aún así, grotesca o sublime, señorial o plebeya, la Muerte es la mejor consejera. Háganle caso a Don Juan Matus. Es lo mejor que me ha dejado por herencia mis lecturas castanedianas. Además, la Muerte, cual diosa, es imperturbable e inmune a humanos juicios de valor. Acaso deba corregir lo escrito arriba; la Muerte no puede ser absurda o sublime. Absurdo es el acto de morir porque absurdo es el hombre. La Muerte es siempre la misma, tan democrática ella, tan leal compañera.

¿Para qué conjurar a la Muerte? ¿Para qué temerla? No le den más vueltas al asunto ni busquen dioses o mitologías que los rediman. Es la única compañera absolutamente fiel de tu vida. Está contigo desde tu primer segundo de existencia y podrás sentir su aliento en tu hombro con tu primer respiro, en tu primer suspiro traicionero que te arrancó esa cosa parecida al deseo, en ese orgasmo demoledor, en tu grito de euforia y dolor, en tu pendeja embriaguez narcicista. DSB



El género humano recurre a la religión cuando ha desesperado de los socorros de la naturaleza. De ahí que las guerras de religión sean muy sangrientas y de ahí que los hombres libertinos al envejecer devengan muy religiosos-Gian Battista Vico

Los habitantes de la Tierra se dividen en dos:Los que tienen cerebro pero no religiónLos que tienen religión, pero no cerebroAbu Ala- Al- Mari