Eterno Retorno

Thursday, May 21, 2009

Curiosidades de mi librero (desvaríos y sinrazones a los que me ha llevado la contemplación de mi biblioteca)


Finalmente, tras diez años de matrimonio, mi biblioteca está formalmente acomodada en un espacio concebido a priori para ello. Esta circunstancia influye en mi estado de ánimo y en mi adicción bibliófila. Durante los años en que el caos fue amo y señor de esa habitación destinada a los libros, el tamaño de mi biblioteca fue tan incierto como el número de asistentes a una manifestación. Había tres libreros de diferente tamaño y estilo, algunas cajas de cartón y varios cerros de ejemplares prófugos amontonados sobre muebles improbables. Ello me hacía creer que sería sólo cuestión de acomodarlos para acabar para siempre con mis problemas de sobrepoblación libresca. Pero ahora, al ver todos mis libros acomodados y medianamente clasificados, empiezo a sufrir angustias de espacio. En mi adolescencia y juventud debí poner límites a mi compulsiva compra de libros por razones económicas y esa necesidad me llevó a perfeccionar mi técnica hasta convertirme en un experto ladrón de libros. Hoy en día, limito mi adquisición de libros por la simple y sencilla razón de que ya no me caben. El gran librero que mandamos hacer, mismo que gira como escuadra sobre la habitación, resultó ser insuficiente. Tuve que colocar libros atrás de libros y traerme unos 60 ejemplares no muy apreciados al escritorio de la oficina. Hace algunos años, el escritor tijuanense Luís Humberto Crosthwhite convocó a una limpieza de su librero. El autor de Estrella de la Calle Sexta, se deshizo de más de un centenar de ejemplares que ya no cabían en su biblioteca. Aquella vez Luís Humberto tuvo la amabilidad de invitarme a que agarrara lo que quisiera y yo, como lobo en medio de rebaño, di rienda suelta a mi adicción, llevando más de 30 libros, algunos de ellos realmente buenos (Morcillo agarró otros tantos). En aquel entonces, consideraba yo imposible que alguien se deshiciera de un libro, pero a estas alturas de la vida, creo que estoy a punto de seguir los pasos de Crosthwhite. Mi biblioteca no es ni del 5% del tamaño de la de mi Abuelo, pero nuestra casa es un espacio finito y dentro de pocos meses tendrá un habitante más que requerirá espacio para su ropita y sus juguetes.

Recorro la Feria del Libro y simplemente no compro nada ¿Por qué? Porque cada ejemplar que me atrae con mediano interés lo acabo viendo como un objeto, un pedazo de materia que ocupará un espacio no disponible y que por lo mismo acabará por amontonarse.

Pero al mismo tiempo, debo admitir que traigo algo dormida la libido literaria. A menudo soy un comprador compulsivo de libros y siento deseos de leer casi todo, pero ahora, al recorrer la Feria del Libro, descubro que casi ningún libro llama mi atención. Será el tener plena conciencia de que ya no me caben, o el saber que tengo una larga lista de ejemplares no leídos o bien, el hecho, inocultable, de que la Feria ofrece muy pocas sorpresas. Los empleados me preguntan qué busco y yo les digo que en realidad no se. De entrada, yo no busco los libros, ellos me encuentran a mí. Cuando voy a una librería, nunca pregunto a un empleado por un libro. Es un ritual inalterable. Yo me pierdo entre los libreros y dejo que el libro ejerza su magia y me llame. Hoy en la Feria del Libro ningún libro me encontró ni saltó en mi camino. Cuando me preguntan lo que busco, les respondo honestamente que no tengo idea. ¿Qué me gusta? Les podría decir que narrativa, crónica, historia y dejarlo en un ambiguo “de todo”.

Soy de Borges (y de muchos más)

A menudo me preguntan ¿Cuál es tu escritor favorito? Pues mire usted, la verdad es que no lo se. Cuando entremos a los terrenos de mis otras adicciones, la respuesta es muy fácil. Vaya, en futbol me queda claro que soy de Tigres y en música simplemente respondo que Metal, así, en general, aunque si me piden que sea más específico, les digo que Iron Maiden. Pero en literatura…carajo, me la ponen difícil y la verdad es que he tenido que responder muchas veces esa pregunta: ¿Cuál es mi escritor favorito? Mmmm….pues te podría decir que Cervantes y Poe y si me hubieras preguntado a los 10 años te habría dicho que Emilio Salgari y a los 17 mi respuesta hubiera sido Hermann Hesse y a los 21 Milán Kundera. Te diría que un par de libros o más concretamente un libro de Ernesto Sábato me marcó profundamente y te diría que hay libros simplotes que he leído un montón de veces y ejemplares de culto que he despreciado. En los últimos siete años he padecido una adicción incurable a Paul Auster y me confieso un vicioso de los thrillers de Henning Mankell, aunque cada cierto tiempo regreso al Fausto de Goethe y a raíz de un artículo encontrado en La Aventura de la Historia, empecé a releer Amadís de Gaula. Si me preguntan cuál es mi cuento favorito, es muy posible que responda que Dios en la Tierra de José Revueltas o acaso La Máscara de la Muerte Roja de Poe o La isla al mediodía de Cortázar. Pero reportero como soy, se que quien pregunta suele exigir respuestas concretas, cosas específicas y no ambiguas divagaciones y es por ello que cuando me preguntan por mi escritor favorito, lo simplifico en Borges. ¿Es Jorge Luís mi non plus ultra, el Zeus de mi gusto literario? No lo se. Releo compulsivamente sus cuentos, principalmente el Aleph y Ficciones, le guardo una fidelidad obsesiva, sin importar que odiara el futbol y considerara al periodismo una actividad banal y lo ubico, tal vez, como el más universal de los escritores. ¿Soy de Borges? Sí, pero en gustos literarios soy terriblemente promiscuo. Si bien creo que en futbol debe haber una estricta monogamia, en esto de los gustos literarios me asumo como un tipo bastante indefinido.

¿Cuál es mi escritor favorito? Insisto, no lo se. Sin embargo, podemos pedir auxilio a los fríos números, a las estadísticas que nunca mienten, al cruel inventario material que reflejará algunas sorpresas, no siempre gratas.

La pregunta es entonces: ¿Cuáles son los escritores más repetidos en mi librero? No esperes nombres underground, contraculturales o malditos.

No he hecho aún un inventario con números exactos, pero haré una lista aleatoria de aquellos autores de los que poseo por lo menos diez libros diferentes.


Jorge Luís Borges (obvio)
Agustín Basave (No tengo ni la tercera parte de la gran obra de mi Abuelo, pero al menos he logrado reunir los títulos más representativos)
Carlos Fuentes (pésele a quien le pese señores de Replicante, es y sigue siendo el Master de la Novela en México)
Rafael Ramírez Heredia (mi maestro)
Paul Auster (adicción de Siglo XXI que se ha multiplicado en los últimos siete años)
Mario Vargas Llosa (mi neoliberal favorito)
Ernesto Sábato (Sobre héroes y tumbas marcó mi vida para siempre)
Mario Bellatín (Unas de cal y varias de arena. El único neo narrador anti novela tradicional que ocupa un lugar importante en mi librero)
Henning Mankell (placer policial ordinario, only entretainment, con una gran novela existencialista)
Milán Kundera (pasión juvenil no superada)
José Agustín (otra pasión adolescente que logró amontonar una buena dosis de ejemplares)


Calidad y no cantidad

Hay grandes escritores, algunos grandísimos que no entran en la lista de los diez ejemplares o más, por la simple y sencilla razón de que su obra no fue tan vasta o no son tan fáciles de conseguir en México.

Aquí van los ejemplos más contundentes:

Juan Rulfo. Tengo sus obras completas: El llano en llamas y Pedro Páramo.
Miguel de Cervantes. Poseo El Quijote en dos ediciones distintas y Novelas Ejemplares.
Edgar Allan Poe. Tengo tres ediciones de Historias Extraordinarias, una ilustrada de El Cuervo y las Aventuras de Gordon Pym.
León Tolstoi. Poseo La Guerra y la Paz, Ana Karenina, La muerte de Iván Ilich y algunos cuentos.
Nicolás Gogol. Poseo Almas Muertas y Cuentos completos.
Dante. Un par de ediciones de la Divina Comedia, una de ellas ilustrada y la otra bastante antigua y una edición de Vida Nueva.
Gerardo Ortega Ortega. Poseo “De Lúnes a Diciembre”, “Calendario Poético UANL 1994 y Después del Eclipse”. Confío en que pronto entrará al Club del Diez.
Tomás Eloy Martínez. Este es uno de mis non plus ultra, uno de mis masters, pero de él sólo poseo ocho libros distintos y jamás he visto otro más. El que vea, sin duda lo compro.
Horacio Castellanos Moya. Este salvadoreño jamás me ha decepcionado y los cinco libros suyos que he encontrado en TusQuets los he comprado.


Libros huérfanos

Hay casos raros y atípicos de autores de los que sólo poseo o sólo he leído un libro, pero que ha sido suficiente para marcarme y romperme la madre. Algunos son elementos extraños de los que jamás he vuelto a ver un ejemplar ni he vuelto a tener noticia de ellos.

Reconstrucción, Antonio Orejudo. Un librazo de aquellos. Nada sabía ni he vuelto a saber de este autor español, pero esta novela sobre Münster, la contrarreforma, Servet y la sangre derramada por los conflictos religiosos, es de lo mejor que he leído. Por alguna razón, esa novela me enganchó como pocas.

Pablo Soler Frost, Malebolge: Tenía algunas referencias de este escritor católico. Malebolge me pareció una obra tan oscura, como fascinante. Un auténtico drama ontológico.

Entre hombres, Germán Marggiori: Una novela negra, de espíritu juvenil, que bajo mi criterio expone en la forma más cruda la decadencia de la Argentina primermundista de Menem. Personajes inolvidables, jerga porteña actual, un librazo chingón, que fue mi lectura de viaje en septiembre de 2001 en Nueva Cork. Inolvidable. Jamás he vuelto a ver algo de este autor.

Mario Mendoza, Satanás: Con todo y su pasaje de El Exorcista bogotano, Satanás fue una de esas novelas que muerden.

Fantasmas Balcánicos, Robert Kaplan: No he vuelto a leer nada de Kaplan, pero Fantasmas Balcánicos es mi obra favorita de geopolítica. Hacen falta más obras así. Sólo un libro como ese puede hacerte entender Yugoslavia.


Y por supuesto, no están todos los que son…continuará.