Aunque una extraña iluminación me ha acompañado en las decisiones más importantes de mi existencia, la verdad es que hay días, como hoy, en que daría lo que fuera por un buen consejo.
Tener un amigo dueño de la serenidad, la visión y la imparcialidad para poder darte un buen consejo, es un don que apreciaría de sobremanera en estos momentos.
Vaya, con todo mi escepticismo hegeliano a cuestas, creo que no estaría de más echar las cartas, preguntarle a los astros, consultar mi destino en un oráculo. Tras diez años sin novedad en el frente, tal parece que en el 2009 me estoy transformando en el juguete favorito de la aleatoriedad.
Decir sí o no, seguir caminos o torcer rumbos. La gran diferencia, cuando un hijo viene en camino, es que el deseo de seguridad y estabilidad se impone a los arrebatos vocacionales y a la sed de aventura.
Por vocación yo soy delantero, no defensa. Yo soy escopeta, no pato. Yo cuestiono, no alabo. Y sobre todo, yo firmo lo que escribo y lo que escribo apesta a brutal honestidad. Nada de eso sucede actualmente y sin embargo, pienso que lo único importante, lo único que tiene verdadero sentido en este mundo, es garantizar una feliz infancia a nuestro hijo.
Si el trabajo más estable, seguro y bien remunerado fuera cargando costales, preparando hamburguesas o contando tuercas en un taller mecánico, no dudaría en aceptarlo.
Tiene alguien en las alforjas un sabio consejo para ofrecerme?
Tener un amigo dueño de la serenidad, la visión y la imparcialidad para poder darte un buen consejo, es un don que apreciaría de sobremanera en estos momentos.
Vaya, con todo mi escepticismo hegeliano a cuestas, creo que no estaría de más echar las cartas, preguntarle a los astros, consultar mi destino en un oráculo. Tras diez años sin novedad en el frente, tal parece que en el 2009 me estoy transformando en el juguete favorito de la aleatoriedad.
Decir sí o no, seguir caminos o torcer rumbos. La gran diferencia, cuando un hijo viene en camino, es que el deseo de seguridad y estabilidad se impone a los arrebatos vocacionales y a la sed de aventura.
Por vocación yo soy delantero, no defensa. Yo soy escopeta, no pato. Yo cuestiono, no alabo. Y sobre todo, yo firmo lo que escribo y lo que escribo apesta a brutal honestidad. Nada de eso sucede actualmente y sin embargo, pienso que lo único importante, lo único que tiene verdadero sentido en este mundo, es garantizar una feliz infancia a nuestro hijo.
Si el trabajo más estable, seguro y bien remunerado fuera cargando costales, preparando hamburguesas o contando tuercas en un taller mecánico, no dudaría en aceptarlo.
Tiene alguien en las alforjas un sabio consejo para ofrecerme?