Eso de anticipar la inminencia del fin del mundo no es tendencia de última moda ni ocurrencia reciente. De una u otra forma, todas las generaciones de la humanidad se han sentido en la antesala del Armagedon. Por obvias razones, los hombres que vivieron la Peste Negra de 1348 creyeron estar viviendo el final de los tiempos. Los primeros cristianos, aquellos que escribieron los evangelios, imaginaban que el Apocalipsis era cosa de pocos años. También los pocos seres que tenían conciencia de calendario gregoriano en el año 1000, creyeron ver a los cuatro jinetes cabalgando afuera de sus casas.
Desde un tiempo para acá escucho con creciente insistencia versiones sobre la inminencia del fin de la humanidad. Por supuesto, jamás han faltado los fanáticos irracionales, adeptos a sectas cristianas ridículas, que dicen que el planeta estallará mañana. Lo increíble es que personas a las que considero serias, racionales y con estudios, me han confesado sus firmes sospechas de que no nos queda demasiado tiempo de vida. Uno de los mejores abogados de Tijuana me hablaba hace poco de las profecías mayas del 2012 y con toda seguridad me decía que ese año habrá una catástrofe planetaria. Esta mañana, frente a los ataúdes de siete policías asesinados y decenas de personas con las bocas cubiertas por temor a la peste, una mujer pedía que nos arrepintiéramos de nuestros pecados, que teníamos el castigo que nos merecíamos y que nos quedaba poco tiempo. Yo cierro mis oídos a cualquiera que me hable de Cristo, aunque confieso que ante semejante panorama, no había inspiración para anticipar un futuro hermoso
Eso de poder atestiguar el final de la humanidad es algo que me emocionaba. Vaya privilegio. Tras miles de generaciones de homo sapiens sobre la tierra, nosotros somos los privilegiados que veremos el capítulo final de la historia, el colorín- colorado, el corrido se ha acabado.
Antes decía que me gustaría mucho ver el fin de mundo, ya fueran tsunamis y terremotos, bombas nucleares, demonios cabalgando un cielo en llamas o muertos saliendo de sus tumbas. Antes también me atraía la idea de morir joven. ¿Por qué he cambiado de opinión? Porque un hijo viene en camino y francamente me gustaría que nuestro pequeñito pueda disfrutar lo más posible este mundo loco que con todo y sus cataclismos, yo he sabido disfrutar inmensamente.
Desde un tiempo para acá escucho con creciente insistencia versiones sobre la inminencia del fin de la humanidad. Por supuesto, jamás han faltado los fanáticos irracionales, adeptos a sectas cristianas ridículas, que dicen que el planeta estallará mañana. Lo increíble es que personas a las que considero serias, racionales y con estudios, me han confesado sus firmes sospechas de que no nos queda demasiado tiempo de vida. Uno de los mejores abogados de Tijuana me hablaba hace poco de las profecías mayas del 2012 y con toda seguridad me decía que ese año habrá una catástrofe planetaria. Esta mañana, frente a los ataúdes de siete policías asesinados y decenas de personas con las bocas cubiertas por temor a la peste, una mujer pedía que nos arrepintiéramos de nuestros pecados, que teníamos el castigo que nos merecíamos y que nos quedaba poco tiempo. Yo cierro mis oídos a cualquiera que me hable de Cristo, aunque confieso que ante semejante panorama, no había inspiración para anticipar un futuro hermoso
Eso de poder atestiguar el final de la humanidad es algo que me emocionaba. Vaya privilegio. Tras miles de generaciones de homo sapiens sobre la tierra, nosotros somos los privilegiados que veremos el capítulo final de la historia, el colorín- colorado, el corrido se ha acabado.
Antes decía que me gustaría mucho ver el fin de mundo, ya fueran tsunamis y terremotos, bombas nucleares, demonios cabalgando un cielo en llamas o muertos saliendo de sus tumbas. Antes también me atraía la idea de morir joven. ¿Por qué he cambiado de opinión? Porque un hijo viene en camino y francamente me gustaría que nuestro pequeñito pueda disfrutar lo más posible este mundo loco que con todo y sus cataclismos, yo he sabido disfrutar inmensamente.