Eterno Retorno

Thursday, April 09, 2009

Eterno retornar. Tras la duermevela del perpetuo jet lag asiático, estoy de vuelta en nuestra Tijuana. Los días en China cargan en el lomo la cruz de la irrealidad. Demasiado fácil caer en la tentación de afirmar que fue una alucinación de insomnio. Peinar la circunferencia de la Tierra en travesía relámpago, imaginar tu mundo como un reloj de arena marchando al revés, un desparramar de sensaciones e imágenes inconexas. Amaneceres futuristas en Shanghai, una barca recorriendo la noche milenaria a través del río en Nanjing, heladas industrias postapocalípticas en Changchun, la vida demostrándote una vez más que la carta de la eterna sorpresa está siempre bajo su manga. Y aquí estoy otra vez, en nuestro patio, molestando a los vecinos con el Metal, celebrando que sean casi las siete y aún haya luz del día, revolcándome en la luna llena de abril, en la santidad de este miércoles que había olvidado por completo. Mi cabeza aún está volada, el reloj de arena neuronal ha perdido el juicio y mientras me decido a encontrarlo, no me resta más que escupir palabras. Cuando la improbabilidad se engalana con el vestido de lo ordinario, cuando a lo fantástico le da por pasar desapercibido, cuando la magia se sienta a tu lado y finge que no pasa nada. Carajo, a mi universo le ha dado por pararse de cabeza en este 2009 y yo me limito a sonreír, a decir, como Molly Bloom, Sí, Sí Quiero, venga esa cosa llamada futuro, que tengo ganas de bebérmelo de hidalgo. Muchos, muchísimos años después (estés muerto o vivo, en regiones límbicas o aleatorias reencarnaciones) recordarás la tarde en que viajabas de Kunshan a Nanjing y a través de un celular presado escuchaste desde el otro lado del mundo que serías papá.


Hasta ahora todos mis viajes largos (llámese intercontinentales o al Sur de América) habían durado por lo menos 18 días. Tal vez mi escapada más fugaz habían sido los cuatro días que pasé en Washington en abril de 2001, en un programa para periodistas organizado por la embajada de EU en México. Fuera de ello, siempre que tomaba un vuelo largo tenía algo de tiempo para dimensionar la lejanía. Ahora no hubo tiempo para dimensionar ni el espacio de mi maleta. Supe que me iba a China menos de 48 horas antes de que despegara el avión. He batido un record en mi vida. En apenas una semana he recorrido más de 24 mil 200 kilómetros. De Tijuana a Los Ángeles, de ahí a Beijing, luego a Changchun, después a Shanghai, por tierra a Kunshan, horas después a Nanjing (notición de por medio) De la milenaria Nanjing (cuna de seis dinastías) de vuelta a Shanghai (más la hora y media de tráfico que te cuesta entrar a esa ciudad) y luego de cantar bajo la lluvia mientras caes en a cuenta que original e imitación son conceptos difusos en China, tomas el vuelo de Shanghai a Tijuana (sí señores, nuestra Tijuana tiene conexión directa y sin escalas con China) y de pronto estás aquí, en tu patio, escuchando un disco de In Flames, pensando que la vida valió una y mil veces ser vivida, que lo mejor está por venir.


Mi madre estrena tatuaje. Cuando vi la foto esta madrugada, sólo puede afirmar: “cómo es que no se me ocurrió hacerme algo así antes”. Envidia de la buena. Una pluma, una bella pluma (¿de cuervo? ) sin duda la que agarraron Shakespeare y Cervantes para escribir Julio César y La Galatea (conste que no fui tan ordinario para decir Hamlet y Don Quijote). Un dibujo tan cargado de sentido y significado. La mejor literatura parida por la humanidad brotó de una pluma como esa y no de una vaio como la que tengo frente a mí. Aparte del cliché cervantino-shakesperiano, digamos que los cuervos albergaron en sus colas la tinta de Marlowe, Quevedo, Rabelais y Bernal Díaz del Castillo, Alonso de Ercilla y Sor Juana y Lope de Vega y …(Homero era ciego, así que cantó y dictó la Iliada y el escriba la copió como se le dio su chingada gana y el Gilgamesh sumerio acaso fue escrito con pluma bic) Llegué a pensar que mi madre sería como el Druida Panoramix, que hizo fuertes a todos los galos con la poción mágica que preparaba, pero que él jamás se animaba a probar. Fue hasta el episodio 25, la Gran Zanja, que Panoramix se anima a tomar por vez primera su poción y siente las delicias de la fuerza sobrehumana machacando romanos. Luego de desparramar arte en varias decenas de pieles, mi madre conoce la tinta ahora sí que en carne propia. Pa que vea lo que se siente. El dibujante, Cesar, es el mismo que me hizo un par de tatuajes, hace 16 y 12 años. El primero, cuando era un tatuador underground que rayaba en su casa de la granja sanitaria, a cambio de una cooperación voluntaria. El segundo, cuando ya era el flamante propietario de Ritual, el primer estudio de tatuaje en Monterrey. Ahora es toda una celebridad, aunque mi madre puede arrebatarle el trono si se lo propone.