Eterno Retorno

Thursday, January 08, 2009

La Novela de Perón
Tomás Eloy Martínez
Alfaguara

Por Daniel Salinas Basave
dsalinas@frontera.info

Si hay un tipo que sabe jugar al filo de la navaja entre la literatura y el periodismo para después sacarle la lengua a los dos y sorprender a todos con gambetas estilísticas capaces de volver locos a los puristas, ese es Tomás Eloy Martínez.
Dentro de ese machacadísimo y a menudo falso cliché del periodismo que parece o pretende parecer literatura, son muy pocos los que logran crear un auténtico híbrido, un Golem con vida propia nacido a partir de la fusión y confusión del reportero con el creador de ficciones. “La novela de Perón” comienza a ponernos trampas desde el título mismo. La novela... ¿es de verdad tal? Los amigos de lo simple sin duda apostarían por la definirla como una novela histórica o una biografía novelada. Pero ¿vale la pena dejar esta obra en semejante cortedad de conceptos? Biografías noveladas de políticos y militares nos bombardean todos los meses y les juro que nada se parece a esta sui generis criatura llamada “La novela de Perón”. No creo, como dice el paraguayo Augusto Roa Bastos, que Borges y Cortázar hubieran dado su brazo derecho por escribir algo así, pero sí creo que dentro de la gran tradición literaria inspirada por dictadores y caudillos latinoamericanos, jamás se había escrito algo semejante.
¿Es Juan Domingo Perón el personaje principal de esta novela? Sí y no. Cierto, el libro gira en torno a su figura, pero es también la historia de la obsesión y alucinación de un pueblo, el absurdo de un pasado que muta a conveniencia, de un sueño que envejece y metamorfea en monstruo. La “novela” alterna diversos planos, tiempos y formas narrativas. Se da gusto brincando de la primera a la tercera persona sin desdeñar por momentos la segunda. En una página estamos ante un alucinado creador de ficciones que bucea profundo en el pozo de eso que llaman realismo mágico y más tarde nos encontramos con un meticuloso reportero que reconstruye una historia como un rompecabezas. Un plano de la obra se eterniza en un solo día, el más corto del año 1973 en el hemisferio austral. Un anciano Juan Domingo Perón abandona Madrid acompañado de su esposa Isabel y su inseparable lacayo y consejero, el “Brujo” López Rega, para volver a Buenos Aires luego de 18 años de exilio. Perón viaja en un avión de Aerolíneas Argentinas, mientras abajo, en Ezeiza, más de dos millones de personas, la multitud humana jamás congregada, aguardan su llegada en medio de una trifulca entre Montoneros y adeptos al Brujo. Al mismo tiempo, Perón dicta sus memorias a López Rega y juega con el pasado, con sus frases e ideas, reconstruyendo la historia no como fue, sino como debió haber sido. De forma paralela, un reportero indaga en los primeros tiempos de Perón entrevistando a las figuras más representativas de su juventud e infancia. El autor mismo es por momentos un personaje de la crónica, aunque su propia figura se confunde con la de un personaje ficticio. La realidad se torna mutante, anfibia, es un mono de plastilina, es el mito etéreo y la deidad leprosa, los cuatro mil ojos de una mosca porteña volando en el invierno austral.