Por primera vez en diez años empiezo a respirar la paranoia que se vive a mi alrededor. Por primera vez el Miedo es algo real, palpable, algo que empieza a afectar realmente las vidas de decenas de miles de ciudadanos. Créanme, jamás lo había visto de esta manera. La inseguridad había sido charla de sobremesa, historia de horror del primo de un amigo cada vez más cercano, un lugar común en el que cada quien tenía una teoría y una solución. Hoy empiezo a ver a la gente respirar Terror, un Terror animal que los orilla a huir lo más lejos posible. De la ola violenta ya no se enteran en los medios de comunicación, sino por experiencia propia. Ya no sólo policías y reporteros nos hemos familiarizado con lo dantesco. Hoy casi cualquier tijuanense ha presenciado o en el peor de los casos sufrido un acto criminal de alto impacto. Los comandos negros dejaron de ser leyenda y se transformaron en paisaje cotidiano. Miren las calles, sientan el silencio, huelan el Horror. ¿Habían sentido esto antes?
Cuando escuchó a los funcionarios federales de Estados Unidos y México echar las campanas al vuelo cacareando la detención de Eduardo Arellano Félix, compruebo con tristeza que pese a sus equipos de inteligencia, no tienen ni han tenido nunca una puta idea de lo que sucede en Tijuana. Los gobiernos locales sí saben lo que sucede y en su fuero interno ubican a Eduardo Arellano en su magra e insignificante dimensión, pero su tarea, obvia decirlo, será presumir al máximo la captura y colgarse la medalla. Cuando escucho a López Dóriga hablar de Eduardo Arellano como el “líder histórico” del CAF, me queda demasiado claro que jamás ha dimensionado lo que le está pasando a esta ciudad.
Eduardo Arellano Félix no fue jamás el líder del CAF y su posición dentro de la mafia fue absolutamente secundaria e intrascendental. Claro, su foto con los brazos esposados es una medallita codiciada, pues sus ilustres apellidos tienen contundencia. Se escucha muy bonito decir que hemos capturado al último de los Arellano Félix y con ello se acabó el Cártel. El liderazgo de Eduardo es si acaso moral, simbólico por su posición dinástica, pero en términos operativos no sirve de un carajo. Claro, a los gobiernos federales les dará gasolina para cacarear un rato y justificar resultados, pero en las calles de Tijuana no se notará su ausencia. El líder operativo del CAF, sobra decirlo, es Fernando Sánchez Arellano “El Ingeniero”, pero en Tijuana sabemos que quienes más daño han hecho a la ciudadanía, no son ellos. ¿Quiénes extorsionan y secuestran a pequeños comerciantes? ¿Quiénes martirizan a la clase media? ¿Quiénes torturan, decapitan y sumergen en ácido? ¿Quiénes se han llevado de encuentro inocentes? Aquí en Tijuana sabemos bien la respuesta y la respuesta no es Eduardo Arellano. ¿Quiénes son? Son precisamente los que están celebrando su captura, los que “extrañamente” no han sido aún tocados por ningún nivel de gobierno y los que sin duda le pusieron la mesa a las autoridades para capturar a su rival.
Hace algunos años, escuché alguna teoría estúpida en el sentido de que el narco avanzaría hacia un esquema empresarial multinacional, más cuello blanco y menos sangre, mucha discreción y juego subterráneo en pos de millonarios dividendos. Pues bien, en Tijuana pasó exactamente lo contrario. Hoy en día enfrentamos la forma más puerca y vil de crimen organizado. Exceso de faramalla, demasiada violencia gratuita, muchos mandaderos con complejo de capos. El terror por el terror, la orgía de sangre, la glorificación del trabajo sucio. Es increíble, pero he llegado a sentir nostalgia de los 90, cuando los grandes capos y no sus mandaderos ejercían el control. El CAF siempre ha sido sanguinario e hijo de puta, pero no me imagino a Benjamín Arellano secuestrando fruteros del mercado de abastos, regenteando tienditas miserables de crystal, decapitando “puchadores” muertos de hambre y cobrando piso en cada esquina del Cerro Colorado. Vaya, pensando con la lógica de un empresario que quiere incrementar sus ganancias, lo que menos le conviene a la mafia es que Tijuana se convierta en la porquería que se ha convertido. Vaya, creo que un mafioso con mentalidad empresarial quisiera ver aquí a miles de turistas atiborrando los antros y gozando la vida nocturna, pues serían potenciales clientes de sus drogas. Una ciudad donde florecieran negocios prósperos donde poder lavar su dinero y donde en apariencia reinara la tranquilidad. Los ríos de sangre y las tormentas de balas no le convienen a nadie. Una ciudad aterrorizada, desierta de turistas, atiborrada de negocios quebrados y retenes militares no le favorece ni a la misma mafia. Son gusanos que tarde o temprano se acabarán lo poquito que queda de esta manzana. Pero de gusano es su mentalidad y no descansarán hasta acabar de devorar este fruto cada vez más podrido.
Cuando escuchó a los funcionarios federales de Estados Unidos y México echar las campanas al vuelo cacareando la detención de Eduardo Arellano Félix, compruebo con tristeza que pese a sus equipos de inteligencia, no tienen ni han tenido nunca una puta idea de lo que sucede en Tijuana. Los gobiernos locales sí saben lo que sucede y en su fuero interno ubican a Eduardo Arellano en su magra e insignificante dimensión, pero su tarea, obvia decirlo, será presumir al máximo la captura y colgarse la medalla. Cuando escucho a López Dóriga hablar de Eduardo Arellano como el “líder histórico” del CAF, me queda demasiado claro que jamás ha dimensionado lo que le está pasando a esta ciudad.
Eduardo Arellano Félix no fue jamás el líder del CAF y su posición dentro de la mafia fue absolutamente secundaria e intrascendental. Claro, su foto con los brazos esposados es una medallita codiciada, pues sus ilustres apellidos tienen contundencia. Se escucha muy bonito decir que hemos capturado al último de los Arellano Félix y con ello se acabó el Cártel. El liderazgo de Eduardo es si acaso moral, simbólico por su posición dinástica, pero en términos operativos no sirve de un carajo. Claro, a los gobiernos federales les dará gasolina para cacarear un rato y justificar resultados, pero en las calles de Tijuana no se notará su ausencia. El líder operativo del CAF, sobra decirlo, es Fernando Sánchez Arellano “El Ingeniero”, pero en Tijuana sabemos que quienes más daño han hecho a la ciudadanía, no son ellos. ¿Quiénes extorsionan y secuestran a pequeños comerciantes? ¿Quiénes martirizan a la clase media? ¿Quiénes torturan, decapitan y sumergen en ácido? ¿Quiénes se han llevado de encuentro inocentes? Aquí en Tijuana sabemos bien la respuesta y la respuesta no es Eduardo Arellano. ¿Quiénes son? Son precisamente los que están celebrando su captura, los que “extrañamente” no han sido aún tocados por ningún nivel de gobierno y los que sin duda le pusieron la mesa a las autoridades para capturar a su rival.
Hace algunos años, escuché alguna teoría estúpida en el sentido de que el narco avanzaría hacia un esquema empresarial multinacional, más cuello blanco y menos sangre, mucha discreción y juego subterráneo en pos de millonarios dividendos. Pues bien, en Tijuana pasó exactamente lo contrario. Hoy en día enfrentamos la forma más puerca y vil de crimen organizado. Exceso de faramalla, demasiada violencia gratuita, muchos mandaderos con complejo de capos. El terror por el terror, la orgía de sangre, la glorificación del trabajo sucio. Es increíble, pero he llegado a sentir nostalgia de los 90, cuando los grandes capos y no sus mandaderos ejercían el control. El CAF siempre ha sido sanguinario e hijo de puta, pero no me imagino a Benjamín Arellano secuestrando fruteros del mercado de abastos, regenteando tienditas miserables de crystal, decapitando “puchadores” muertos de hambre y cobrando piso en cada esquina del Cerro Colorado. Vaya, pensando con la lógica de un empresario que quiere incrementar sus ganancias, lo que menos le conviene a la mafia es que Tijuana se convierta en la porquería que se ha convertido. Vaya, creo que un mafioso con mentalidad empresarial quisiera ver aquí a miles de turistas atiborrando los antros y gozando la vida nocturna, pues serían potenciales clientes de sus drogas. Una ciudad donde florecieran negocios prósperos donde poder lavar su dinero y donde en apariencia reinara la tranquilidad. Los ríos de sangre y las tormentas de balas no le convienen a nadie. Una ciudad aterrorizada, desierta de turistas, atiborrada de negocios quebrados y retenes militares no le favorece ni a la misma mafia. Son gusanos que tarde o temprano se acabarán lo poquito que queda de esta manzana. Pero de gusano es su mentalidad y no descansarán hasta acabar de devorar este fruto cada vez más podrido.