Eterno Retorno

Friday, January 11, 2008

Lady in black

Cuando pones una misma rola tres o cuatro veces seguidas algo grave está pasando. Esta mañana la rola del engrane fue Lady in Black de Uriah Heep (también hay Lady in Black de Mercyful Fate, pero esa es otra historia). Sales de casa a las 7:30 de la mañana. La niebla y esa penetrante humedad de la mañana que infiltra cada poro de tu piel y cada centímetro del carro es el primer desafío. Atravieso la carretera escuchando Uriah Heep. Chutaos la letra en honor a esa rolita.

She came to me one morning, one lonely Sunday morning,her long hair flowing in the mid-winter wind.I know not how she found me, for in darkness I was walking,and destruction lay around me from a fight I could not win.She asked me name my foe then. I said the need within some mento fight and kill their brothers without thought of love or god.And I begged her give me horses to trample down my enemies,so eager was my passion to devour this waste of life.But she would not think of battle that reduces men to animals,so easy to begin and yet impossible to end.For she the mother of all men had counseled me so wisely thenI feared to walk alone again and asked if she would stay."Oh lady lend your hand," I cried, "Oh let me rest here at your side.""Have faith and trust in me," she said and filled my heart with life."There is no strength in numbers. Have no such misconception.But when you need me be assured I won't be far away."Thus having spoke she turned away and though I found no words to sayI stood and watched until I saw her black cloak disappear.My labor is no easier, but now I know I'm not alone.I find new heart each time I think upon that windy day.And if one day she comes to you drink deeply from her words so wise.Take courage from her as your prize and say hello for me.

El camino de cada mañana

Cruzo la caseta y el caos vial de Playas me da la bienvenida. Debo ir elaborando la nueva cartografía de los recién estrenados baches que la lluvia nos ha dejado. El Sol invernal se desparrama en mi cara y declaro amor eterno a mis lentes oscuros. Doñas atolondradas al volante invaden el espejo retrovisor. Hay mañanas en que la Avenida Internacional es un cagadero. Las vías de escape al Centro están cerradas y la fila llega hasta más allá del PRI. En esta ocasión elijo la Calle Segunda. Frente al cementerio hay calle despejada y sólo los muertos me saludan. La calma se mantiene hasta Catedral, pero a partir de Niños Héroes comienza el Infierno. Me dirijo al periódico. Dentro de 20 minutos tengo un desayuno con Alberto Capella y con Rommel Moreño, (secretario de Seguridad de Tijuana y procurador de Justicia de Baja California) El tráfico está atascado. Contradicciones de la vida. Habito exactamente a 22 kilómetros del Centro de Tijuana. El tramo más largo, el de 20 kilómetros, lo recorro en algo así como diez minutos, pero me tardo más de media hora en avanzar 400 metros.
La línea, siempre la línea, la puta línea, el termómetro vial y anímico de Tijuana, la condicionante de nuestros días, nuestra razón de ser. Aunque no cruces la frontera, la línea marca el ritmo de tu vida. Entro en desesperación y cuando eso sucede, cambio compulsivamente de rola. Brinco de los heavys brasileños Tribuzy a los southern bluseros Black Crowes, pasando por Trivium y Megadeth. Al final, aterrizo en The Doors y la voz de Morrison logra la hipnosis ideal para no bajarme a patear al carro que tengo delante. Llego al periódico cantando “Show me the way to the nest whiskey bar” aunque les juro que aún no llego al extremo de desear un Jack Daniels a las 8:00 de la mañana.

Rommel- Capella

Al entrar al estacionamiento lo encuentro repleto de carros blindados, ametralladoras y chalecos antibalas. El Procurador y el Secretario de Seguridad arribarán pronto y el periódico es una fortaleza. Aún recuerdo cuando hace muy poco tiempo tanto Rommel como Capella eran personas que podían salir a la calle sin siquiera un perrito guardián que les cuidara las espaldas. Aún recuerdo un día de abril de 2001, cuando después de una conferencia con el general colombiano Rosso José Serrano en San Diego, Rommel me dio aventón al hotel donde me hospedada en Old Town y tras una mala salida, nos dimos un perdidón de aquellos en los freeways sandieguinos. En ese entonces Rommel era un académico experto en temas criminalísticos que andaba tranquilo por la vida sin necesitar de un solo guarro a su lado. Lo de Capella es más extremo aún. Cuando lo conocí, era simplemente un ciudadano activista, que se quejaba de la corrupción y que un día se puso a denunciar secuestros. Gracias a él contacté a varias familias que me ofrecieron valiosos testimonios para mis reportajes sobre plagios. Miles de veces vino aquí al periódico como consejero y algunas veces cruzamos la línea para hablar con familias autoexiliadas. Su vida era entonces tan normal y simple como cualquiera. Aún no le picaba el buche en serio a alguien. Hace menos de dos meses, el 23 o 24 de noviembre, estaba yo en Monterrey. Recuerdo que iba con mi madre por Constitución rumbo al Fórum en Fundidora cuando recibí una llamada de Abraham Zabludovski pidiéndome un reporte en vivo sobre el atentado contra Capella. Hoy para acercarte a darle la mano a cualquiera de los dos, debes sortear un cerco de rambos blindados.


¿Qué pienso de ellos ahora que ocupan estas posiciones? Por lo menos considero que son honestos, que aún no los corrompen. Un primer paso, sí, pero por desgracia insuficiente. Esta guerra está perdida. Capella es idealista y por lo menos ha roto un poco el discurso tradicional de los encargados de la seguridad.
La verdad es que mi absoluta desesperanza en el futuro de Baja California y mi radical pesimismo en torno a seguridad pública no se alimentan cada que me entero de un nuevo secuestro o cuando miro a los comandos negros pasearse como Juan por su casa en Tijuana, sino cada que un político eructa una nueva declaración sobre el combate a la delincuencia organizada. Mi certeza total sobre el triunfo del crimen se alimenta cada que veo y escucho a los encargados de combatirlo. Capella rompe en algo el libreto. Ojalá nunca aprenda a memorizarlo. Rommel es tan académico, que me recuerda mis clases de derecho procesal penal.

3 de Octubre

Al medio día en peregrinación a la colonia 3 de Octubre. Nueve años después, Tijuana no deja de sorprenderme. Sí, ya había ido a la 3 de Octubre, de la misma forma que cada que llueve recorro el Alamar y el Nido de las Águilas, pero aún así esta ciudad jamás deja de jugarme nuevas bromas enseñándome rincones urbanos que de tan improbables parecen contorsiones circenses, desafíos a la gravedad, malabares arquitectónicos de llanta y lámina al borde del vacío. Una ciudad entera en un pastel de lodo. Quien quiera que afirme conocer Tijuana como la palma de su mano miente. Es posible que conozcas Mexicali, plano, lineal (y patético), pero esta topografía insurrecta siempre te depara una sorpresa. Atrás de ese cerro imposible, en esa cañada de noventa grados, al fondo de esa barranca de lodo siempre habita un nuevo infierno. Tijuana, como un cuerpo invadido de llagas purulentas que se multiplican día con día. Laberinto de cañones y laderas, mentada de madre topográfica. Nunca la abarcarás por completo.


Estando en la 3 de Octubre entré a una vivienda que estaba abierta. Un cuartito de lámina y madera donde se amontonaban una cama, un sillón desvencijado y algo parecido a una estufa. Pero en ese oasis de miseria total, encontré que la pared de lámina estaba tapizada con fotos y diplomas del niño de la casa, llamado Jorge Daniel Cervantes. “Dulcería Peninsular entrega el presente diploma a Daniel Cervantes”. Diplomas del kinder, de la primaria. Fuera de un poster de los Tucanes de Tijuana, todo lo que adornaba la vivienda eran fotos del niño. Y entonces un rayo de esperanza me iluminó. Si algo es capaz de deprimirme y encabronarme es la falta de amor a los niños. En los barrios tratan a los pequeños como estorbos, a fuetazos, como blanco eterno de la frustración de sus gordas madres. Pero si algo me quedó claro, es que la madre de Jorge Daniel está orgullosa de él. Sí tocayo, tienes todo en contra tuya al vivir en una colonia pobre entre las pobres, en la infernal periferia de Tijuana, pero tu madre te ama y eso te basta y sobra para cruzar el infierno. Por lo demás, chutaos mi crónica que se publicará mañana.


Por Daniel Salinas
dsalinas@frontera.info

La mañana de ayer fue de zapatos enlodados para varias decenas de funcionarios, más acostumbrados al confort de sus oficinas que la hostilidad de la Tijuana profunda, donde el pavimento es sólo un cuento de hadas contado siempre en época de elecciones.
Para los vehículos oficiales, fue una mañana de llantas atascadas en pozos y suspensiones puestas a prueba entre riscos y vados para poder llegar a lo más hondo de la colonia 3 de Octubre.
Hasta este lejano asentamiento, pobre entre los pobres, fueron con en sus camionetas blindadas el gobernador de Baja California José Guadalupe Osuna Millán y el alcalde de Tijuana Jorge Ramos Hernández, acompañados del diputado Antonio Cano Jiménez y sus respectivos séquitos.
Con sus ametralladoras siempre listas, forrados por cascos y chalecos antibalas, más de 30 agentes de las Fuerzas Especiales se apostaron a todo lo largo y ancho del cañón.
La intención del recorrido, aparte de retratarse en pleno “baño de pueblo”, fue llevar techumbres, materiales de construcción y cobijas para los habitantes de ese humilde asentamiento.
Vistos desde lo alto del cañón, los cerros y laderas de la colonia 3 de Octubre semejan pasteles de lodo en donde las casas fungen como velitas.
Pasteles de lodo siempre a punto de desmoronarse y caer desparramados sobre un montón de viviendas de lámina, madera y cartón en donde cada día miles de familias desafían a la existencia y dan lecciones de supervivencia en un entorno hostil, donde cada lluvia desata una hecatombe y los malandros imponen su ley a punta de navaja.
Descender hasta las profundidades de esta colonia desafiando escarpadas laderas no es tarea fácil.
Mucho menos lo fue para los funcionarios cruzar charcos y pozos cenagosos sobre improvisados puentes de tablas carcomidas, por donde los niños brincaban divertidos, mientras los políticos hacían ridículos malabares.
Entre una lluvia de peticiones vecinales, intentando escuchar entre los ladridos a coro de un sin fin de perros de razas indefinidas, Ramos y Osuna entraron a algunas casas a hablar con las familias mientras algunos de sus subordinados ponían en evidencia su falta absoluta de condición física.
Poco después del medio día, el ejército de suburbans inició la retirada ladera arriba custodiado siempre por los omnipresentes “rambos”, mientras los funcionarios sólo pensaban en ir directo y sin escalas a sentarse en la silla de Toño, el popular bolero de Palacio.