Escucho discos, invento que escribo, juego a que leo y, aunque usted no lo crea, estoy pendiente de la lavadora y la secadora. Hay ropa sucia que debo lavar en casa. Morris en su camita, durmiendo en esa región límbica de donde no ha salido en todo diciembre. Carol en su trabajo. En unas horas será la cena de Nochebuena. Comeré poco. Mi apetito se ha reducido a un pretexto. Soy la única persona que conozco capaz de perder kilos en Navidad. Podría beber un vaso de Jack o podría no beber nada. Luego de seis u ocho vasos de te, creo que mi sed está saciada. Soilwork, Stabbing the Drama, suena en las bocinas. Desde anoche comencé un maratón de discos que he tocado completos y en orden. Unreal Estate de Entombed, Once Only Imagine de The Agonist, My Arms your Hearse de Opeth, Dopethrone (vaya densidad de riffs) de Electric Wizard. Hoy desayuné con una recopilación de demos y rarezas de Cathedral, seguí con el Lunar Womb de The Obsessed, continué con el rarísimo y ultrapacheco Be de Pain of Salvation y ahora me deleito con Soilwork. Candlemass, Tiamat o My Dying Bride me están llamando. Cae la tarde. Las sombras se van dibujando en el patio y el frío poco a poco nos recuerda que aunque hubo un poco de Sol, él es el único rey del Invierno. Mi chamarra y mi sombrero cuelgan del respaldo de una silla. La pluma y la moleskine aguardando alertas el asalto de la fatal inspiración. Desde la pared las máscaras me contemplan. Seis en la pared de la escalera, tres en la del comedor. Africanas, europeas, cubanas, mexicanas. De madera, de barro, con rostros felinos o humanos. Su mirada omnipresente es parte del espíritu de esta casa. La primera máscara de la colección es auténticamente africana. Se la compramos a unos nigerianos en Roma en mayo de 2001. Así empezó todo. Después compramos otro par en La Habana. Luego Carol trajo una de Teotihuacan y fabricó otra con sus propias manos. A la mitad del Karlovamost, sobre el Río Moldava en Praga, compramos una máscara de león. El artesano dijo que era su cabalística última venta del día y nos regaló un calendario en checo. Las flores, casi siempre casablancas, son omnipresentes. Cuando en esta casa faltan flores, su espíritu empieza a marchitarse. Además de las primaverales casablancas, traje una maseta de nochebuenas por cierto compromiso con la época, mismas que han reemplazado las amarrillas hojas de noviembre. Justo a mi lado, en la pared que está a menos de un metro de donde escribo, los cuadros. El gaucho del bandoneón, el tenista jorobado, el alfil cornudo y el caballo galopante sobre el tablero. Aún no me queda claro quién fue el autor del jaque mate. Bajo la máscara, oculta entre la planta y el baúl, se asoma, justo frente a mí, la Jirafa. Surrealismo o deseos de evocar una selva del Congo en nuestra sala? La Jirafa es parte del alma de este hogar. And please let me die in solitude. Candlemass suena en las bocinas y la oscuridad poco a poco lo invade todo. This was the last night of my life. Carajo, quieres tocar el soundtrack de mis pensamientos y mi estado de ánimo actual? Pon un disco de Candlemass y entenderás lo que hay adentro de esta cabeza. I,m at the Gallows End. Carajo, quién más se pasa la víspera de la Nochebuena escuchando Doom. La Condena. No hay dentro de la música pesada un género tan introspectivo. Envuelta en la fuerza e infinita tristeza de estos riffs tu mente desciende a las tinieblas.
Atardeceres con luz de epílogo. Retorno, Eterno Retorno. El Sol de un diciembre mentiroso está agonizante. Hubiera deseado ser cazador furtivo, pero el deseo, el demonio que no duerme ni se pliega a mis ideas, se burla de mí. Es cierto Kureishi: El deseo es el anarquista primigenio. El primer agente secreto.
Killing the Dragon
Los dragones no han vuelto. Me cuentan que alguno arrojó al cielo su última llamarada cuando sintió las hachas del populacho desgarrando su vientre. Dicen que ese día se consumó su extinción y hoy hay quien se atreve a afirmar que nunca existieron, que las alas, las escamas, los cuernos y hasta nuestra carne quemada por su lumbre fue producto de una alucinación. (Inspirada ahora mismo por la camisa del Killing the Dragon de DIO que llevo puesta)
(Si volvieran los dragones cantó Fito)
Atardeceres con luz de epílogo. Retorno, Eterno Retorno. El Sol de un diciembre mentiroso está agonizante. Hubiera deseado ser cazador furtivo, pero el deseo, el demonio que no duerme ni se pliega a mis ideas, se burla de mí. Es cierto Kureishi: El deseo es el anarquista primigenio. El primer agente secreto.
Killing the Dragon
Los dragones no han vuelto. Me cuentan que alguno arrojó al cielo su última llamarada cuando sintió las hachas del populacho desgarrando su vientre. Dicen que ese día se consumó su extinción y hoy hay quien se atreve a afirmar que nunca existieron, que las alas, las escamas, los cuernos y hasta nuestra carne quemada por su lumbre fue producto de una alucinación. (Inspirada ahora mismo por la camisa del Killing the Dragon de DIO que llevo puesta)
(Si volvieran los dragones cantó Fito)