Una Navidad de tripas corazón.
Mi primera Navidad absolutamente estoica.
En las navidades tiendo a volverme más ateo (si es que la ateología puede medirse en grados) pero lo cierto es que anoche sí pude decir que Dios o el Diablo fueron mis copilotos e inexplicablemente me llevaron ileso a casa luego de mi primera y única posada de la temporada y mi primer exceso en mucho tiempo. Tras semanas de sobriedad extrema, media botella de Jack y una carretera oscura atiborrada de neblina parecían ser mi definitivo pasaporte al Infierno. Pero mi copiloto fantasma decidió que el Infierno debe esperarme un poco más.
Mi primera Navidad absolutamente estoica.
En las navidades tiendo a volverme más ateo (si es que la ateología puede medirse en grados) pero lo cierto es que anoche sí pude decir que Dios o el Diablo fueron mis copilotos e inexplicablemente me llevaron ileso a casa luego de mi primera y única posada de la temporada y mi primer exceso en mucho tiempo. Tras semanas de sobriedad extrema, media botella de Jack y una carretera oscura atiborrada de neblina parecían ser mi definitivo pasaporte al Infierno. Pero mi copiloto fantasma decidió que el Infierno debe esperarme un poco más.