Eterno Retorno

Monday, November 26, 2007

Antes del suicidio cometeré el deicidio

Intuir a carcajadas el Apocalipsis
Danzar borracho en víspera de la guerra
Pronunciar a gritos: Mierda somos y en mierda nos convertiremos

Arrojarte al vacío sin salvavidas
Prender una fogata con tus tablas de salvación
Blasfemar contra los dioses que aún escuchan tus plegarias

Antes deicida que suicida



Mi madre y yo caminamos por el Paseo Santa Lucía una noche de Noviembre.

Budas de infinitos brazos nos contemplaron en el Museo

En una pequeña sala las bocinas arrojaban sutiles el milenario Om y de no haber sido por los impertinentes propios de todo museo, hasta hubiera probado un pedacito de nirvana


Monterrey tan atiborrada de destinos, de mil caminos de la vida (que en efecto, no son como imaginaba) Monterrey y la historia de mil y un primos e infinitos tíos, compadres, agregados y similares a los que vi por última vez tras el humo de una carne asada en los años ochenta. Las tías que hace 20 años te dijeron qué grande estás, ya no crezcas, yo te cargaba de bebito ¿A poco ya entraste a la secundaria? ¿Y no me digas que ya tienes novia? Y el primo que se casó, la prima que parió el mocoso número 141 y los compañeros de la primaria que nunca te pierden la pista aunque jamás hayas acudido a una reunión de ex alumnos, ¿supiste qué fue de ese pinche loco? Y los divorcios tan políticamente incorrectos todavía, los fracasos siempre disimulados. Las familias regiomontanas son artistas a la hora de maquillar la pobreza, de conjurar el temido “dicen le fue mal”, “quebró el negocio” y la siempre anhelada envidia del vecino, la casa en la Isla, la catoliquísima boda inmortalizada en el Sierra Madre y los que eran caguengues que yo cargaba a principios de los noventa hoy son petulantes terrores de la calle y dentro de siete o diez años estarán celebrando las mismas bodas católicamente convenientes y estarán bautizando mocosos triplemente insoportables y la mía será la historia del pariente cada vez más lejano, el loco que se largó a Tijuana (¿dónde queda esa chingadera?) y el rosario de triunfos, fracasos rezado cada vez con más devoción, implorando la protección del dios estatus, inventando exorcismos contra el demonio de la miseria siempre al acecho.


Es solo rock and roll…pero ya es mucho para vos. Ch.G.

Vos tomás un trago largo y te olvidás

Bucanero de los bares del Congreso

Cuando quieras. Ahora quiero.

Te suplico que me avises, si me vienes a buscar, no es porque te tenga miedo, es que me quiero matar.


Ciudad travesti

Monterrey no es en esencia culta, ni cosmopolita, ni refinada y mucho menos bohemia. Ni modo, no nació así.
Pero Monterrey es un travesti aferrado a mirar al espejo la imagen de lo que no es. Acaso, como diría la Agrado, uno es auténtico en la medida que se parece a lo que quiso ser.
El travesti no nació con su par de tetas y tenía una verga estorbosa. De niño lo vestían con ropa de hombre y lo educaron para ser macho. Por supuesto, no sabía cómo aplicarse cosméticos ni podía caminar en tacones. Pero un día decidió que quería ser mujer y tras años de esfuerzos, el travesti se miró al espejo y se enamoró de su imagen.

Monterrey, bronca, mojigata, provinciana e ignorante, se dio cuenta un día que eso de ser sacramentalmente inculta podía remediarse con sus millones de pesos.

Monterrey, al igual que el travesti, comenzó a maquillarse y construyó Marco, el Museo de Historia, trajo el Fórum. Se miró al espejo y cayó seducida ante su imagen. Soy insoportablemente culta. Soy más cosmopolita que el planeta Tierra.

Al ver al trasvesti, los hombres afirman: está más buena que muchas morras y si me encuentra con cinco cheves capaz que hasta me lo cojo.
Pues bien, yo contemplo a esta urbe travestida y a veces hasta pienso que parece la mera verdad, que en un descuido hasta me la cogería. Pero por más derroche en depilaciones y maquillaje, el travesti es hombre y algunas mañanas de cruda lo traiciona esa barba mal rasurada, de la misma forma que a esta ciudad la traicionan sus malos gustos, su irremediable vocación de nueva rica. ¿Qué chingados puedes esperar de una sociedad que hace de Julio Galán su máxima deidad artística?