Pasos de Gutenberg
La otra historia de México
Juárez y Maximiliano
Armando Fuentes Aguirre
Catón
Por Daniel Salinas Basave
¿Cómo describir el deleite en estado puro? Cuando la lectura de un libro se vuelve un agasajo total, cualquier comentario sale sobrando. Dejémoslo en un librazo, así, en superlativo. Pocas veces la amenidad y la profundidad son capaces de consumar el matrimonio perfecto como ocurrió con “La otra historia de México” de Armando Fuentes Aguirre. Los millones de personas que leemos periódicos en México hemos alegrado nuestros desayunos con las columnas del popular Catón. No importa en qué parte de la República viva usted. Si es habita en Mexico y tiene la costumbre de leer el diario, apostamos doble contra sencillo a que ha leído a Catón. Es más, la apuesta va un poco más lejos: no sólo conoce usted a Catón, sino que le aseguro, sin temor a equivocarme, que disfruta bastante su lectura. “De política y cosas peores” y “Mirador”, son de esos placeres que reserva la vida cotidiana y que hacen deliciosa la lectura de un periódico. Sin embargo, he de admitir que albergué ciertas dudas a la hora de entrarle a su monumental libro de historia. Vaya, si hay un tema polémico en la Historia de México, una herida abierta que aún escupe sangre, es la Reforma y el Segundo Imperio. ¿Cómo le entraría Catón a semejante toro? ¿Qué esperar encontrar en esas 714 páginas? Pues lo que encontré fue una obra que tiene todo para transformarse en un clásico. Una obra que rebosa humanidad y es, por fortuna, huérfana de héroes pétreos. Un libro desafiante que le saca la lengua a la burocrática historia oficial que nos hicieron tragar como dogma de fe en la primaria. Ojo, no es una visión de los vencidos ni una descarada apología del conservadurismo a lo Salvador Borrego, sino la dimensión más humana de esos seres que en los libros de texto nunca dejaron de ser héroes y traidores. Sí, ya oigo el cacarear a coro de los puristas diciendo que Catón no es un historiógrafo, que no viene del Colegio de México, que no es Cosío Villegas o Luis González. La verdad, a veces he llegado a creer que si millones de mexicanos son apáticos con su historia, es porque quienes se han encargado de escribirla lo han hecho de la forma más aburrida posible. Si en este país hubiera más plumas como la de Catón escribiendo historia, sin duda habría muchos más mexicanos enamorados del tema. Su libro no es novela, ni historia novelada y ni siquiera hay licencias poéticas y sin embargo es más ameno que cualquier ficción. Juárez, Comonfort, Ocampo, Maximiliano, Carlota, Miramón, Concha Lombrado, Zaragoza desfilan por estas páginas como seres con carne, sangre y alma, con dudas e inseguridades, pasiones y debilidades. Miramón no es aquí el traidor vendepatrias de los folletos priistas, sino un patriota que amó profundamente a México. Juárez no es el ídolo incorruptible ni la virtud hecha carne, aunque tampoco el Satán comecuras de las pesadillas sinarquistas. Maximiliano no es el frívolo príncipe, sino un hombre progresista cuyo pensamiento fue tan liberal como el de Juárez. Un padrino espiritual de este gran libro, es sin duda la obra ejemplar del historiador chihuahuense José Fuentes Mares, que con libros como “Miramón el hombre” y “Juárez y los Estados Unidos” le dio la vuelta a la tortilla y derritió el bronce de los ídolos en una época en que criticar a Juárez significaba una herejía merecedora de hoguera. Estoy seguro que Catón ha sido un fiel lector de Fuentes Mares, pues la influencia del chihuahuense se nota en esta obra. Lo cierto es que "La otra historia de México" por sí sola hará escuela, romperá paradigmas, retorcerá las tripas de algún masón dogmático y sin duda hará que muchos lectores miren y quieran a su país con otros ojos y con otro corazón.
La otra historia de México
Juárez y Maximiliano
Armando Fuentes Aguirre
Catón
Por Daniel Salinas Basave
¿Cómo describir el deleite en estado puro? Cuando la lectura de un libro se vuelve un agasajo total, cualquier comentario sale sobrando. Dejémoslo en un librazo, así, en superlativo. Pocas veces la amenidad y la profundidad son capaces de consumar el matrimonio perfecto como ocurrió con “La otra historia de México” de Armando Fuentes Aguirre. Los millones de personas que leemos periódicos en México hemos alegrado nuestros desayunos con las columnas del popular Catón. No importa en qué parte de la República viva usted. Si es habita en Mexico y tiene la costumbre de leer el diario, apostamos doble contra sencillo a que ha leído a Catón. Es más, la apuesta va un poco más lejos: no sólo conoce usted a Catón, sino que le aseguro, sin temor a equivocarme, que disfruta bastante su lectura. “De política y cosas peores” y “Mirador”, son de esos placeres que reserva la vida cotidiana y que hacen deliciosa la lectura de un periódico. Sin embargo, he de admitir que albergué ciertas dudas a la hora de entrarle a su monumental libro de historia. Vaya, si hay un tema polémico en la Historia de México, una herida abierta que aún escupe sangre, es la Reforma y el Segundo Imperio. ¿Cómo le entraría Catón a semejante toro? ¿Qué esperar encontrar en esas 714 páginas? Pues lo que encontré fue una obra que tiene todo para transformarse en un clásico. Una obra que rebosa humanidad y es, por fortuna, huérfana de héroes pétreos. Un libro desafiante que le saca la lengua a la burocrática historia oficial que nos hicieron tragar como dogma de fe en la primaria. Ojo, no es una visión de los vencidos ni una descarada apología del conservadurismo a lo Salvador Borrego, sino la dimensión más humana de esos seres que en los libros de texto nunca dejaron de ser héroes y traidores. Sí, ya oigo el cacarear a coro de los puristas diciendo que Catón no es un historiógrafo, que no viene del Colegio de México, que no es Cosío Villegas o Luis González. La verdad, a veces he llegado a creer que si millones de mexicanos son apáticos con su historia, es porque quienes se han encargado de escribirla lo han hecho de la forma más aburrida posible. Si en este país hubiera más plumas como la de Catón escribiendo historia, sin duda habría muchos más mexicanos enamorados del tema. Su libro no es novela, ni historia novelada y ni siquiera hay licencias poéticas y sin embargo es más ameno que cualquier ficción. Juárez, Comonfort, Ocampo, Maximiliano, Carlota, Miramón, Concha Lombrado, Zaragoza desfilan por estas páginas como seres con carne, sangre y alma, con dudas e inseguridades, pasiones y debilidades. Miramón no es aquí el traidor vendepatrias de los folletos priistas, sino un patriota que amó profundamente a México. Juárez no es el ídolo incorruptible ni la virtud hecha carne, aunque tampoco el Satán comecuras de las pesadillas sinarquistas. Maximiliano no es el frívolo príncipe, sino un hombre progresista cuyo pensamiento fue tan liberal como el de Juárez. Un padrino espiritual de este gran libro, es sin duda la obra ejemplar del historiador chihuahuense José Fuentes Mares, que con libros como “Miramón el hombre” y “Juárez y los Estados Unidos” le dio la vuelta a la tortilla y derritió el bronce de los ídolos en una época en que criticar a Juárez significaba una herejía merecedora de hoguera. Estoy seguro que Catón ha sido un fiel lector de Fuentes Mares, pues la influencia del chihuahuense se nota en esta obra. Lo cierto es que "La otra historia de México" por sí sola hará escuela, romperá paradigmas, retorcerá las tripas de algún masón dogmático y sin duda hará que muchos lectores miren y quieran a su país con otros ojos y con otro corazón.