En un viejo cuaderno arrinconado en casa de mis padres, di con estas letras prófugas y atormentadas. Hay que tomarlo como el vómito de un alma a la que veces le da por sentirse muy cómoda en la covacha del Infierno.
El vacío está ahí, seductor e invitante
El vacío, ofreciendo las delicias de su cuerpo abismal
El aliento de la Muerte en mi oreja
El rubor de intuir su mirada,
Presentir su tacto
De amante omnipresente e inmaculada
Hablando a mi oído en las noches sin luna
Eterna compañera
Tan sencilla y absoluta
Tan paciente e impredecible...tan mía...Mi Muerte
Los demonios, fueron los demonios o ese pavor tatuado a hierro ardiente en el alma
El pavor, a quién sabe qué cosa, heredada tras siglos y siglos de generaciones miedosas, sumisas y chantajeadas por el martirio egoísta del crucificado
Bajo la sangre, la cúpula ardiente
La roca madre, traición, sed, carne
Tu labio es hielo
Alcohol, desgarro, sudor, veneno.
Oscuridad me abraza y las estrellas me rebelan los nombres del vacío.
El silencio atado a mi cuello
Una navaja escarbando en mis venas
Filos de acero buceando en las entrañas
Mar y penumbra
Infinito romper las cadenas
De este cuerpo ceniza
De este embrujo en el alma
El mundo es el brocal del pozo seco de mis deseos, el filo de una navaja en la punta de mi lengua
Nubes, cúpulas rojizas, lluvia en mi rostro, destino en mis pasos, sensación de ser el último hombre en calles que viajan sobre un corcel desbocado
Gritar, gritar, gritar, caer y desgarrar el vientre a la orilla del Lago Ontario.
El vacío está ahí, seductor e invitante
El vacío, ofreciendo las delicias de su cuerpo abismal
El aliento de la Muerte en mi oreja
El rubor de intuir su mirada,
Presentir su tacto
De amante omnipresente e inmaculada
Hablando a mi oído en las noches sin luna
Eterna compañera
Tan sencilla y absoluta
Tan paciente e impredecible...tan mía...Mi Muerte
Los demonios, fueron los demonios o ese pavor tatuado a hierro ardiente en el alma
El pavor, a quién sabe qué cosa, heredada tras siglos y siglos de generaciones miedosas, sumisas y chantajeadas por el martirio egoísta del crucificado
Bajo la sangre, la cúpula ardiente
La roca madre, traición, sed, carne
Tu labio es hielo
Alcohol, desgarro, sudor, veneno.
Oscuridad me abraza y las estrellas me rebelan los nombres del vacío.
El silencio atado a mi cuello
Una navaja escarbando en mis venas
Filos de acero buceando en las entrañas
Mar y penumbra
Infinito romper las cadenas
De este cuerpo ceniza
De este embrujo en el alma
El mundo es el brocal del pozo seco de mis deseos, el filo de una navaja en la punta de mi lengua
Nubes, cúpulas rojizas, lluvia en mi rostro, destino en mis pasos, sensación de ser el último hombre en calles que viajan sobre un corcel desbocado
Gritar, gritar, gritar, caer y desgarrar el vientre a la orilla del Lago Ontario.