Eterno Retorno

Friday, November 16, 2007

Tarde de viernes. Morris descansa en su camita, misma que he bajado a la sala para tenerlo cerca. En las bocinas retumba el King of the Grey Islands. Me gusta la voz de Robert Lowe, pero me gusta más en Solitude Aeturnus. El espíritu de Candlemass es Messiah Marcolin. Un riff denso de Doom se impregna a mi alma. Mi existencia misma se transforma en una rola Doom. La condena, la densidad de un riff eterno, pesado, funerario. La casa poco a poco se ha convertido en una zona de desastre. En realidad lo único que ha cambiado es el estudio y las persianas de madera, pero aunque la cirugía sea en un sitio tan específico, el desastre contagia todo el hogar.

Para describir lo que ha sido el aspecto de nuestro hogar en el último lustro, podría recurrir a Asterix. Toda la casa está ordenada por Carol ¿Toda? NO. Un estudio habitado por terribles libros resiste ahora y siempre al orden. Toda la casa es territorio Carolina, lo que se nota en la limpieza, la armonía, los adornos de temporada, las flores siempre renovadas. Pero el estudio es territorio Daniel y ahí reina el absoluto caos. Cerros de libros y discos han creado una selva abrupta e impenetrable. Dado que este noviembre no viajamos, la consigna fue emprender una cirugía mayor en ese territorio salvaje. Empezamos por colocar nueva loseta, labor que el buen Lalo, genio milagroso de toda chambita de construcción, plomería o electricidad, ha concluido este día. Falta instalar las nuevas persianas de madera y ya hemos estrenado el nuevo boiler eléctrico. Vacaciones de chambitas y veterinario (la salud de Morris es una velita de pastel en medio de una tormenta marina)

Ayer y antier escapadas al otro lado. La Samuel Adams nuestra de cada día y el Juanito Caminante deben ser renovados. Todo tipo de menjurjes y vitaminas surtidas en el Petco para nuestro hijo, nuevas sábanas y almohadas, pan y sopas del Vons. Nuevas garras para el closet, pantalones para la cotidiana batalla laboral, caprichos hottopiqueros, nuevas camisetas para el arsenal. Un nuevo rape, el enésimo del 2007. Ya me gustó esto de la cabeza pelada. Mis oídos oscilan entre el Doom y el Hard Core clásico. Por una parte traigo un clavo total con el Doom densote. A la par de los padrinos Candlemass y Cathedral, paso mis tardes con Electirc Wizard, Solitude Aeternus, Trouble, The Obssessed, Witchcraft, Spiritual Beggars, una dosis de Stoner con los abuelos Pentagram y Kyuss. Pero al mismo tiempo traigo un clavo con el Hard Core. Allá por 1989, mi amigo de la prepa Marco Caturegli me grabó en un caset memorex un disco que desde entonces he escuchado decenas de miles de veces: El Age of the Quarrel de los hardcoreroscrossoverianos nezayorquinos Cro Mags. He buscado el pinche cd original por cielo mar y tierra, hasta en el chopo lo busqué ahora que fui y aunque soy enemigo de la piratería, no me quedó otra que bajarlo. Siguiendo con mi vibra hardcorera, traigo el clavo con el nuevo de Agnostic Front, titulado Warriors, que trae una especie de credo harcoreano llamado for my family. Un himno al NYHC. Mientras en el DC Minor Threat y Bad Brains rompían madres, en los suburbios nezayorquenses Agnostic, Cro Mags, Youth of Today y Sick of It All daban los batacazos sagrados de una nueva religión. Aunque mi credo es y será el Heavy Metal de corte más clasicote, en mi altar siempre habrá una velita encendida al verdadero Hard Core.

Los días no duran un carajo. El invierno se aproxima. We enter Winter once Again, grita la primera frase del Blackwater Park de Opeth. El noviembre tijuanense es infinitamente triste, oscuro. Es increíble que las 17:30 ya sea noche cerrada. La niebla baja puntual, penetrante, fantasmal. El mar es de un gris oscuro. Alguien, o acaso mucha gente, me ha dicho que me saque al Diablo del corazón, pero parece que aquí ya es huésped permanente. Las mismas calles tenebrosas, los silencios alucinantes, las figuras espectrales brotan del subconsciente. La sospecha de ser un muerto, de arrojarte abismal vacío e irte flotando. Los cuervos en el horizonte, el aliento de la Muerte en tu hombro…