Puro Futbol
Roberto Fontanarrosa
Ediciones de la Flor
Por Daniel Salinas Basave
En lo que se refiere a literatura futbolística soy categórico: El mejor cuento de futbolero que he leído en toda mi vida se llama “19 de diciembre de 1971” y lo escribió Roberto Fontanarrosa. Con todo respeto para Juan Villoro, Jorge Valdano, Mario Benedetti y de más literatos aficionados a patear el balón con la pluma, no hay mejor cuento que ese. Tal vez como libro el mejor sea “Futbol a Sol y sombra” de Eduardo Galeano, pero como pieza absolutamente literaria no hay quien supere a “19 de diciembre de 1971”. Es un cuento simplemente redondo y por favor no me llamen sacrílego ni me crucifiquen, pero por ahí lo incluiría entre los diez cuentos que más veces he leído en mi vida a lado de Revueltas, Gogol, Rulfo y Quiroga. Sí señores, de ese tamaño es Fontanarrosa. Esa narración cayó en mis manos dentro de la antología “Cuentos de futbol” compilada por el buen Valdano y desde entonces he perdido la cuenta de las veces que lo he leído. Anoche, para no ir más lejos, lo leí una vez más y me hizo reír tanto como en la primera. El cuento trata sobre un grupo de hinchas “canallas” del Rosario Central de Argentina que van a jugar una semifinal contra su odiado rival, los “leprosos” de Newells Old Boys en el mismísimo estadio Monumental de Buenos Aires. Los “canallas” saben que no pueden perder ese partido por nada del mundo y para ello son capaces de recurrir a cualquier cábala o sortilegio, cueste lo que cueste. Y para cábalas ninguna como el Viejo Casale, un anciano cardiópata que ostenta un record envidiable para todo “canalla” y es que cuando él estuvo en la tribuna, Central jamás perdió contra Newells. La barra brava decide que Casale debe estar a como de lugar en el Monumental de Buenos Aires, pero hay un grave problema. El viejo está enfermo del corazón y el médico le ha prohibido en forma terminante acudir a la cancha, pues teme que una emoción fuerte pueda matarlo, pero para la hinchada barrabravera no hay mañana, por lo que optan por una solución fatal: Secuestrar al viejo Casale para llevarlo al estadio. Entre las carcajadas que me provoca su inigualable humor, en el cuento de Fontanarrosa encuentro la pasión y la fe incondicional, la vida y la muerte. Pocos cuentos me tocan fibras tan sensibles. Sólo quien ha vivido la pasión de un clásico de provincia puede entender el drama de “canallas” y “leprosos”. Al Diablo con los súperclásicos nacionales, esos productos inflados por las televisoras. Quien ha vivido con pasión extrema un Tigres vs las rayadas entiende bien lo que Rosario Newells significa. Si tuviera que elegir una forma de morir, elegiría la muerte del viejo Casale.
Y aunque no fue en las tribunas como él hubiera deseado, me queda claro que Roberto Fontanarrosa, al igual que Casale, dijo adiós sin perder la pasión,es que puede alimentarse cada día con las cosas sencillas. Fontanarrosa, cuentista, caricaturista, periodista, amante del futbol y la vida, murió hace unos días. “19 de diciembre de 1971” es uno de los muchos cuentos futboleros que escribió, incluidos todos en el volumen “Puro futbol” y la verdad no hay cuento que no se disfrute. Al leerlo y leer sobre lo que fue su vida, que claro que este rosarino, “canalla” por vocación, esos de esos tipos con los que debe haber sido delicioso tomarse una cerveza.
Roberto Fontanarrosa
Ediciones de la Flor
Por Daniel Salinas Basave
En lo que se refiere a literatura futbolística soy categórico: El mejor cuento de futbolero que he leído en toda mi vida se llama “19 de diciembre de 1971” y lo escribió Roberto Fontanarrosa. Con todo respeto para Juan Villoro, Jorge Valdano, Mario Benedetti y de más literatos aficionados a patear el balón con la pluma, no hay mejor cuento que ese. Tal vez como libro el mejor sea “Futbol a Sol y sombra” de Eduardo Galeano, pero como pieza absolutamente literaria no hay quien supere a “19 de diciembre de 1971”. Es un cuento simplemente redondo y por favor no me llamen sacrílego ni me crucifiquen, pero por ahí lo incluiría entre los diez cuentos que más veces he leído en mi vida a lado de Revueltas, Gogol, Rulfo y Quiroga. Sí señores, de ese tamaño es Fontanarrosa. Esa narración cayó en mis manos dentro de la antología “Cuentos de futbol” compilada por el buen Valdano y desde entonces he perdido la cuenta de las veces que lo he leído. Anoche, para no ir más lejos, lo leí una vez más y me hizo reír tanto como en la primera. El cuento trata sobre un grupo de hinchas “canallas” del Rosario Central de Argentina que van a jugar una semifinal contra su odiado rival, los “leprosos” de Newells Old Boys en el mismísimo estadio Monumental de Buenos Aires. Los “canallas” saben que no pueden perder ese partido por nada del mundo y para ello son capaces de recurrir a cualquier cábala o sortilegio, cueste lo que cueste. Y para cábalas ninguna como el Viejo Casale, un anciano cardiópata que ostenta un record envidiable para todo “canalla” y es que cuando él estuvo en la tribuna, Central jamás perdió contra Newells. La barra brava decide que Casale debe estar a como de lugar en el Monumental de Buenos Aires, pero hay un grave problema. El viejo está enfermo del corazón y el médico le ha prohibido en forma terminante acudir a la cancha, pues teme que una emoción fuerte pueda matarlo, pero para la hinchada barrabravera no hay mañana, por lo que optan por una solución fatal: Secuestrar al viejo Casale para llevarlo al estadio. Entre las carcajadas que me provoca su inigualable humor, en el cuento de Fontanarrosa encuentro la pasión y la fe incondicional, la vida y la muerte. Pocos cuentos me tocan fibras tan sensibles. Sólo quien ha vivido la pasión de un clásico de provincia puede entender el drama de “canallas” y “leprosos”. Al Diablo con los súperclásicos nacionales, esos productos inflados por las televisoras. Quien ha vivido con pasión extrema un Tigres vs las rayadas entiende bien lo que Rosario Newells significa. Si tuviera que elegir una forma de morir, elegiría la muerte del viejo Casale.
Y aunque no fue en las tribunas como él hubiera deseado, me queda claro que Roberto Fontanarrosa, al igual que Casale, dijo adiós sin perder la pasión,es que puede alimentarse cada día con las cosas sencillas. Fontanarrosa, cuentista, caricaturista, periodista, amante del futbol y la vida, murió hace unos días. “19 de diciembre de 1971” es uno de los muchos cuentos futboleros que escribió, incluidos todos en el volumen “Puro futbol” y la verdad no hay cuento que no se disfrute. Al leerlo y leer sobre lo que fue su vida, que claro que este rosarino, “canalla” por vocación, esos de esos tipos con los que debe haber sido delicioso tomarse una cerveza.